Capítulo 38

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—Muy bien—dijo Snape mientras él y Harry recorrían el lote de árboles de Navidad en busca del árbol perfecto—Necesitamos uno grande—.

—De acuerdo—aceptó Harry mientras metía las manos en el bolsillo de su abrigo azul claro. Estaban en el pueblo cercano a la mansión y ambos llevaban ropa muggle de abrigo. Incluso Snape lucía un abrigo gris oscuro y unos pantalones negros. Harry estaba seguro de que nunca se acostumbraría a ver a Snape con otra cosa que no fuera una túnica.

—¿Qué te parece éste?—preguntó Snape, señalando un árbol alto pero estrecho.

—No—dijo Harry—También tiene que ser grande alrededor. No sólo alto—.

Caminaron un poco más, pasando por árboles más pequeños, y Harry se detuvo a mirar algunos, pero ninguno de ellos era exactamente lo que había imaginado. No, el árbol tenía que ser perfecto y eso significaba que tenía que ser lo suficientemente alto como para caber dentro del salón, y lo suficientemente grande alrededor como para llenar el espacio frente a la ventana. Snape incluso había sugerido que siempre podían conseguir uno que no fuera del todo perfecto y usar la magia para arreglarlo como quisieran, pero eso no le parecía a Harry. Estaba seguro de que si buscaban lo suficiente, lo encontrarían.

Al fin y al cabo, ésta iba a ser la Navidad perfecta y por eso no dudaba de que encontrarían el árbol perfecto. Tenían que hacerlo.

—No te pierdas de vista, Harry—dijo Snape con suavidad mientras Harry se adelantaba a él.

—Sólo estoy mirando hacia aquí, Snape—le respondió Harry mientras caminaba más hacia el fondo del terreno. Todavía podía oír a Snape detrás de él, así que Harry supuso que no estaba demasiado lejos mientras escudriñaba un grupo de abetos.

Un movimiento por el rabillo del ojo llamó la atención de Harry y miró alrededor del árbol para ver de qué se trataba. De pie, en medio de varios árboles grandes, estaba el perro negro más grande que Harry había visto jamás. Pero no lo era, porque era exactamente igual que el perro negro que había visto la noche que salió de Privet Drive.

—El Grim—respiró Harry mientras empezaba a retroceder lentamente, sin apartar los ojos del perro—Snape—gritó Harry con toda la calma que pudo. El perro ladeó la cabeza y siguió mirando a Harry.

—Ya voy, Harry—respondió Snape, y de repente el perro emitió un gruñido bajo y amenazador, con los dientes afilados enseñados como si estuviera dispuesto a atacar.

Harry retrocedió, respirando a bocanadas mientras pensaba qué hacer—¡Snape!—Oyó que Snape se acercaba más rápido y, de repente, el perro se dio la vuelta y salió corriendo.

—¡Harry!—Snape apareció justo cuando el perro desapareció—¿Qué pasa?—Snape miraba a su alrededor y Harry notó que su mano se cernía sobre su muñeca izquierda, donde sabía que su varita estaba metida dentro de la manga.

—¿No has visto a ese perro?—exclamó Harry—¡Era el Grim!—.

—¿Perro? No, no vi ningún perro, Harry. ¿De qué estás hablando, del Grim?—.

Harry señaló el lugar donde había estado el perro—Él... era...—.

—Está bien, Harry—Snape lo rodeó con el brazo y lo acercó—Sólo respira—.

Harry trató de estabilizar su respiración mientras pensaba en el perro. Cuando estuvo seguro de que estaba bien, se apartó de Snape con un sonrojo—Lo siento—murmuró.

—No hay nada que lamentar—respondió Snape mientras miraba a Harry—Excepto por no haber permanecido a la vista como te pedí—.

Harry suspiró—Sí, señor—.

As Potter is to SnapeWhere stories live. Discover now