1 | Celos.

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Alex.

— Papi, ahí venden hamburguesas — dice Ámber, señalando a un restaurante de comida rápida frente a la carretera que circulamos.

Tiene su pequeño dedo regordete pegado al cristal de la ventanilla mientras se niega a soltar mi mano.

— Sí, mi amor — suspiro.

Es el cuarto que señala.

— Papi, ya bajemos — inquiere, mirándome con su ceño fruncido — quiero comer ahí.

Mis ojos se abren un poco más. Lleva algunos kilómetros comentando todo lo que vemos, pero no pensé que tendría hambre a las cuatro de la mañana.

— Ámber, mi amor, ¿tienes hambre?

Ella asiente y puedo ver cómo se le forma un mohín en los labios.

— Sí, papi — dice.

Con mis nudillos, toco el cristal negro que nos separa de quienes conducen el coche y esta empieza a bajarse.

— Vuelve atrás y conduce hasta ese restaurante.

— Sí, señor.

Con mis hombres, desde siempre, hablé en ruso. Una de las razones es porque detesto el resto de los idiomas. La otra, descansa en el asiento de mi lado como si no hubiera nada más importante que su sueño.

— Ángel, despierta — le pido.

Ella empieza a palmear a su alrededor y Ámber, con esa conexión que tiene, sale de mi regazo para gatear hasta su madre y meterse entre sus brazos. Ángel aún con los ojos cerrados, la ayuda a acurrucarse a su lado y besa su frente.

— Mami, vamos a comer hamburguesitas y helado.

Ángel sonríe y suspira por la nariz. Poco a poco, veo cómo empieza a desperezarse. Incluso en mitad de la noche puedo distinguir sus largas pestañas y ese brillante color azul de sus ojos que comparte con Ámber.

— Mi amor, ¿de verdad tienes hambre?

— Sí, mami.

— Está bien — murmura Ángel, acabando por incorporarse con Ámber en brazos.

Sus ojos entonces se dirigen a mí. Por un momento siento que ha olvidado dónde estaba. Que solo acaba de recordarlo todo de golpe porque luce confundida durante unos segundos, luego, su rostro se relaja y sonríe.

— Hola marido — dice, acercándose a mí en busca de un abrazo.

— ¿Tienes claro que tu vas a comer una ensalada, verdad?

Ella se apartea de mí de golpe, ofendida por mis palabras.

— ¿Tienes claro que quieres dormir en el sofá durante un mes?

Ámber ríe — mami, defiende nuestras hamburguesitas — la ayuda nuestra hija.

— ¿Acaso también quieres comer ensalada?

— Mami, papi está siendo malvado conmigo — se queja con el ceño fruncido.

Ángel ríe y le llena la cara de besos, provocando risas en nuestra pequeña bebé robada.

— Dile que es un malvado — le pide Ángel.

Y ella estira sus brazitos en mi dirección, cuando la tomo y acomodo en una de mis piernas, Ámber estruja su naríz contra la mía, su olor a melocotón invade mi nariz en ese momento.

— No tienes que ser malvado conmigo, papá — se queja — yo soy tu bebé, tienes que tratarme bonito.

— Qué cosas te enseña tu mamá.

EsclavaWhere stories live. Discover now