7 | Estallido.

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"Palabras hirientes en momentos dolorosos"

Alex.

— ¿Siente algo, señor Deberaux?

Con los ojos cerrados, intento desesperadamente soportar el dolor que atraviesa mi cuerpo en diferentes corrientes de electricidad.

— Está bien, ya puede abrir los ojos.

La doctora me mira, cada vez que nuestros ojos se conectan, nos quedamos mirando en un incómodo silencio.

— ¿Tiene en claro los efectos de este medicamento, verdad? — mientras me acomodo la ropa, ella suspira — Está arriesgando su vida — me advierte.

Aclaro mi garganta mientras me siento en una de las sillas de su consulta, frente a su mesa.

— Lo sé — murmuro.

Hace semanas, cuando nos encontramos por primera vez, ya me puso al tanto de los efectos secundarios del medicamento, no entiendo la necesidad de recordármelo cada vez.

— Sigo pensando que se está arriesgando demasiado. Existen otras formas de lograr lo que quiere.

Por un momento me niego a mirarla — vine aquí por ese tratamiento, como médico, su obligación es otorgarlo.

— Mi obligación es hacerle entender a un paciente que se está matando a él mismo por un porcentaje de éxito del diez por ciento.

— Usted no lo entiende — gruño, levantándome — y si no tomo este tratamiento aquí, lo haré en otra ciudad.

— Existen otras formas, señor.

— No quiero otra forma, quiero que esto funcione.

Con una última mirada, me levanto de la silla y camino en dirección a la puerta. Una vez afuera, intento calmarme antes de entrar en el coche. Como de costumbre, el único que me acompaña es Robert. Me siento cómodo cerca de él porque no correrá a contarle a nadie mis secretos más ocultos.

— ¿De vuelta a casa, señor? — demanda mientras abre la puerta para mí.

— Sí — suspiro.

Ángel está sobre mí, llenándome de besos que ahora mismo no puedo tolerar

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Ángel está sobre mí, llenándome de besos que ahora mismo no puedo tolerar.

— ¿Alex? — demanda, obligándome a mirarla a los ojos una vez ha tomado mi cara entre sus manos —¿Qué tienes, estás bien? Te ves pálido.

«Por supuesto, no es un tratamiento fácil, después de todo. Lo menos que me puede pasar es estar pálido»

— Estoy bien, Ángel, ¿porqué mejor no vas a descansar?

Ella frunce el ceño y los labios al mismo tiempo — ¿Estás enfadado conmigo?

— No, claro que no, mujer.

EsclavaWhere stories live. Discover now