2 | Un buen padre.

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"Calma antes de la tormenta"


Ángel. 

Son las seis de la madrugada cuando por fin salimos del coche y logramos llegar a la puerta de nuestra mansión. Pensé que habría cambiado, pero está exactamente igual a cuando me fui. Alex ha cuidado muy bien del jardín pese a su reticencia a querer tener todo "lleno de flores".

A él no le gustan las rosas que decoran nuestro jardín y tampoco soporta los tulipanes que decoran el pasillo de entrada a la puerta principal, pero a mí me encantan.

— Papi... — jadea Ámber, está en brazos de su padre, pero se queja porque Alex quiere bajarla AL suelo para poder buscar las llaves porque la puerta no está detectando su huella. 

— Mi amor, ve con mamá un segundo — le pide Alex, pero si hay alguien más testarudo a mi marido, esa es mi hija. 

— ¡No! — se niega — quiero a mi papi — canturrea, cuando nota que su padre no está cediendo, empieza a jadear, imitando un falso llanto hasta que su padre desiste. 

Con una sonrisa dibujandose en mi boca, veo cómo Alex tiene que hacer maniobras entre sujetar a Ámber y buscar la llave. Tanto es así que tiene que pasarla primero a un brazo y luego al otro. Ella se divierte en el proceso, incosciente criatura, desconoce el enfado de su padre en estos momentos. 

No por nada llaman a esta bestia el Dragón Rojo. 

Alex finalmente da con la llave, abre la puerta y la empuja de una patada. Ruedo los ojos, pero decido no hacerle caso. Mi hija está amarrando a su padre, por lo que solo puede seguir con ella en brazos. Ahora Ámber está chupando su mejilla y con su mano acaricia la otra mejilla de Alex. 

Es una imagen entrañable, si no tenemos en cuenta que Ámber lleva pegada a Alex todo el viaje. 

— Mi amor, ¿en algún momento podrás dejar de babear a papá?

Ámber ríe mientras deja, por fin, de babear a su podre padre. 

— Papi, ¿esa es mi habitación?

Ahora está concentrada mirando hacia la puerta de mi vestidor, Alex la ha subido todo el camino hasta nuestra habitación y ahora están ambos tumbados en la cama. 

— Eso es el vestidor de mamá — le explica él.

— Quiero mi habitación ahí — dice.

— ¿Y qué hacemos con todos los vestiditos de tu madre?

— Papi... — se queja— quiero mi habitación ahí.

— Podemos hacerla abajo, Ámber, hay muchas habitaciones. 

Y ella, ante mi respuesta, hace algo que ha estado haciendo desde que dejamos la base del Círculo. Mete su cabecita en el hueco del cuello de su padre y empieza a gemir, como si estuviera amenazándonos con ponerse a llorar. Alex cae siempre, esta vez no es diferente, porque la arrulla entre sus brazos y me mira con el ceño fruncido. 

Mis cejas se arquean — no puedes darle todo lo que te pide — protesto. 

— Mami malvada — jadea — ya no me amas... prefieres a tus vestidos bonitos... — llora. 

Y acabo por rendirme — está bien... — suspiro, dejándome caer al lado de mi hija en la cama — moveré mi vestidor para que la señorita tenga su habitación aquí. 

EsclavaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz