26 | Confesiones

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"Arriesgaría mi vida por hacerte feliz"

Ángel.

Lunes por la mañana, Alex está de pie desde las seis, lo he notado dando vueltas por toda la habitación, nervioso. Pero no tenía fuerzas para moverme, quería dormir un par de horas más, como los humanos normales hacen.

A veces me molesta perderme los momentos que él pasa con Ámber en esas horas de sueño, ambos se levantan siempre a las seis y se pasan horas el uno al lado del otro, acaramelados. Como hoy, Alex ha ido a dejar a Ámber al colegio, tengo constancia de ello porque me lo ha susurrado al oído antes de marcharse. Incluso pude sentir el beso que mi hija dejó en mi mejilla antes de irse.

Ahora Alex está sentado en la ventana, observando mientras me recuesto lentamente en la cama y le devuelvo el gesto.

— Buenos días — susurra, dejando a su lado el periódico que ha estado leyendo.

— Buenos días — repito.

Ambos nos mantenemos en silencio por algunos segundos, hasta que él parece sacar fuerzas de algún lugar y ponerse en pie.

— Tenemos que irnos — anuncia.

Asiento.

Exactamente, no sé dónde vamos. Solo me dijo que había algo que tenía que contarme y que lo haría en el hospital.

— Si me pinchan por algo de verdad voy a pedirte el divorcio, marido — le hago saber.

Alex sonríe en mi dirección, se acerca a la cama y tras inclinarse, apoyando una de sus manos en el colchón, besa mi frente.

— Te prometo que nadie va a introducir nada en tu cuerpo siempre y cuando salgas de una vez de la cama y te pongas algo que no sea ese trozo de tela dejando ver tus... preciosas bebés.

— Marido... es muy pronto para esas cosas... — juego, saliendo de la cama.

Alex se queda acostado en nuestra cama, ha acabado por arrojarme a ella en cuando he salido y ha podido ver un vestigio de mi cuerpo desnudo. Porque, como bien él sabe, no llevo bragas. Aunque es por su culpa, tiene la manía de romper toda mi ropa interior o quedarse con ella.

Cada vez que compro un conjunto nuevo y lo llevo puesto, jamás vuelve a mi cajón de la ropa interior, simplemente lo hace desaparecer. Me sonrojo pensando qué llegará a hacer con los vestigios de tela que logra robarse... mafioso pervertido.

Cuando salgo, Alex está de pie en la puerta. Llevo algo simple, un vestido blanco pegado al cuerpo junto a una pequeña americana negra y tacones de aguja no demasiado altos pero brillantes.

Alex se acerca a mí y toma mi mano, para mi sorpresa, me presiona con más fuerza de la que esperaba, aunque su gesto es dulce porque lleva mis nudillos hasta sus labios y los besa. Siento que cada movimiento suyo que me dedica es una forma de venerar a mi persona... pero no logro acostumbrarme.

— Prométeme que pase lo que pase, no vas a odiarme.

— Alex, me estás asustando.

— Por favor... — su voz sale en forma de súplica de sus labios.

— Está bien — acepto.

El camino hacia el hospital es algo silencioso, Alex no hace más que acariciarme y tenerme entre sus brazos, lo agradezco porque estoy algo nerviosa, aunque él parece superarme en ese aspecto.

Una vez en la entrada, puedo ver a mi marido por primera vez algo incómodo con esto. Decido no puntualizar ese hecho, solo me dejo llevar a través de los pasillos hasta que estamos frente a una puerta blanca.

EsclavaWhere stories live. Discover now