16 | Sangre por sangre.

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"Mátame, pero no me dejes morir en vida sin ti a mi lado"

Ángel.

Hay hombres intentando hacerme llegar sus avances mientras camino en dirección al coche. Algunos trasladan a Alex al hospital más cercano de aquí, otros tratan de entender qué demonios ha pasado. Estoy intentando comunicarme con Jade y Luzbel me sigue, cargando con Ámber en brazos. Los médicos le han puesto un máscara de oxígeno que la mantiene tranquila.

— ¿Dices que la mafia italiana envió a toda esta gente?

— Si — suspiro.

— Él no pondría tu vida en peligro — se está refiriendo a Massimo.

— ¿Entonces quién? — gruño.

En ese momento, mi teléfono suena, es Jade. Una vez me explica de forma resumida la información que ha recabado, mi sangre empieza a hervir con fuerza.

— Muévete, vamos a hacerle una visita a alguien.

— Verás — suspira Luzbel.

Ámber, en sus brazos, también suspira — verás — se queja.

Las inmediaciones de la mansión Russo está llena de guardias

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Las inmediaciones de la mansión Russo está llena de guardias. Realmente el poder que poseo ahora no es tan grande como lo era varios meses atrás con el Círculo, pero por ahora tendrá que servir. Usaré todo lo que me queda para demostrarle a los italianos que mi familia no es algo con lo que se pueda jugar.

Si lo que ha descubierto Jade es cierto, no tardará más de algunas horas en llegar al lugar donde se encuentra él. Para entonces espero tener buenas noticias de Alex, ahora mismo está en la unidad de cuidados intensivos y su vida pende de un hilo.

Casi he corrido hasta aquí porque es el único camino que conozco.

— Podemos cubrirla, pero no creo que sea fácil llegar hasta el jefe sin que se den cuenta, cuando eso ocurra lo sacarán de ahí a toda prisa.

— ¿Recuerdas que hace años me infiltré en la Yakuza para poder ganar el título de la Reina Roja?

— Sí — admite Luzbel — por aquel entonces había una gran enemistad entre la Bratva y la Yakuza.

— Aprendí algunas cosas de ellos antes de hacerme con la cabeza de uno de sus líderes.

— ¿Acaso piensas ponerlas en práctica?

La voz que llega a mis espaldas es la de alguien que conozco muy bien, Ámber chilla el nombre de su hermana mientras tomo dos largas Katanas del maletero.

— Llévate a mi hija, Camille — le ordeno, blandiendo ambas espadas para acostumbrarme a su peso, largura y movimiento.

— Hay cosas que no cambian — gruñe mientras sube a Ámber en su coche.

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