" Castigo" Danitty

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Daniel nunca logró dejar de pensarla, se volvió un hábito que jamas logro superar por que solo asi lograba sentirse cerca de ella, solo asi el dolor se iba de su alma, recordar la ternura de su voz lograba calmar las tormentas que se desataba dentro de él, se aferro al pasado, aquel que compartió con Beatriz, aquel que perdió por presión y que ahora lo había sumergido negros dias repletos de soledad pero bien sabia que ese era su castigo por dejarla ir tan solo por el prejuicio de una clase social.

Pero el destino puede llegar a ser aún más cruel, pues el pensaba que jamás se volverían a ver pero nada es como lo pensamos, por que cuando menos lo esperaba Beatriz regresó a su vida.

Aquella noche se encontraba en la sala de la mansión Mendoza, pues al fin tendría el "honor" como decía, de conocer a la novia de Armando, aquella que tanto revuelo había hecho, pues apesar de ahora tener una buena posición social sus orígenes eran humildes, lo que lógicamente había alarmado a la familia, Daniel por su parte tan solo tenía curiosidad por su identidad, pues de ella solo sabía que era una brillante economista que había sido capaz de enamorar al mujeriego de Armando.

- Buenas noches - escucho la voz de Armando en la entrada principal de la casa, el se levanto de su lugar dando la espalda a la sala donde todos comenzaban a reunirse para tan ansiado momento.

- Armando, buenas noches - saludaron Marcela y Daniel aun sin voltear

- Hijo, buenas noches - dijo don Roberto al verlo

- Hijo ¿No nos vas a presentar a la señorita? - mencionó doña Margarita al llegar a lado de su esposo

- Claro que sí, ella es Beatriz Aurora Pinzon, mi novia, mi amor - respondió con entusiasmo

- Buenas noches, es un placer conocerlos señores Mendoza - saludo Betty con un poco de
nerviosismo en su voz.

Daniel al oírla sintió su corazon detenerse un instante y comenzar a latir con demasiada fuerza como si fuese a salirse de su pecho, lentamente se volteó para confirmar lo que temía, y si, enfrente suyo estaba la dueña de sus pensamientos, esos que no lo dejaban dormir, por que lo traicionaban con aquellos sueños, donde volvía a arder en el fuego de esa loca pasión que los envolvía y que después lo atormentaba al sentir la frialdad de la ausencia.

Cuando al fin llegó el momento de ser presentados, Daniel no sabía cómo actuar pero ella sí que lo sabía, saludándolo como si jamás se hubieran conocido con una frialdad que lo dejó impresionado, pues jamas llego a imaginar que aquellos ojos que alguna vez lo vieron
con tanto amor ahora lo vieran con simplicidad.

Una parte de él se sentía traicionado, porque mientras él se hundía, ella lo había olvidado tan fácilmente como si nunca lo hubiese amado o al menos no con la misma intensidad que alguna profeso; pero otra parte solo pensaba en lo que daria por ser Armando y volver a
abrazarla, volver a sentir su tersa piel entre sus manos, regresar a la vida con solo el roce de su boca.

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