-Promesa-

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6.

—Promesa—

El día anterior a la partida de los Saotome, Soun Tendo los reunió a todos en el comedor de la casa, alrededor de la mesa. Ranma, inquieto al poder percibir el aire solemne que acompañaba a la ocasión, se sentó a un lado de la mesa junto a Akane y miró de reojo tanto a su tío como a sus padres.

Soun se colocó, como el patriarca que era, en el lugar central con Kasumi a su derecha. Genma, que por primera vez desde su llegada al dojo parecía expresar una respetuosa seriedad, se había colocado al otro lado de su amigo con los fuertes brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido sobre sus enjutos ojos negros.

Por fin, Nodoka permanecía al otro lado de Ranma. Sonreía y su rostro rezumaba una serenidad que contrastaba ligeramente con la rigidez de su postura y el modo firme en que apretaba sus manos unidas contra su regazo.

Aún faltaba para la hora de la comida, así que Ranma no entendía porque estaban todos allí, en ese silencio apabullante, mirándose las caras los unos a los otros como si jugaran a las cartas o algo así. Empezó a inquietarse y pensó en decir algo; de hecho, sí había algo muy importante que quería decir a su tío Soun y a sus padres desde hacía un par de días pero no se había atrevido. Aquel parecía un buen momento pero la presencia de las hijas Tendo se lo impedía.

Por fin, se oyó un suave tintineo. La campana de cristal colocada sobre las puertas correderas que daban al jardín sonó de forma alegre al entrar al cuarto una brisa fresca que los habitantes del dojo agradecieron. Ese suave sonido pareció alentar a Soun que carraspeó moviendo su profuso bigote y parpadeó, preparándose para hablar.

—Bueno, aquí estamos —dijo en primer lugar y volvió a callar. Se lo pensó un poco más y retomó la palabra—. Os he llamado a todos porque me pareció un buen momento para deciros que ha sido un placer, tanto para mí como para mis hijas, tener a los Saotome estos días con nosotros —Esbozó una gran sonrisa y repasó los rostros de sus invitados—. Ha sido estupendo volver a verte, Genma, después de tantos años. Y conocer a tu maravillosa familia; la encantadora Nodoka, el pequeño Ranma... No es necesario decir que esta casa siempre estará abierta para todos vosotros.

Genma se limitó a hacer un gesto de cabeza, manteniendo su emotividad (si es que la tenía) a raya. En cambio Nodoka devolvió la sonrisa acompañada de una sutil reverencia por encima de la mesa.

—El placer ha sido nuestro, Soun. Nos ha encantado conoceros —Le respondió con alegría—. Y siempre estaremos en deuda contigo y tus preciosas niñas por tanta hospitalidad como nos habéis demostrado.

—Ha sido un honor, tía —añadió Kasumi.

El silencio volvió a llenar la sala y esa expectación nerviosa que bailaba entre ellos como un ente invisible no hacía sino pinchar a Ranma avisándole de que aún faltaba algo más.

—Llegados a este punto, creo que es conveniente recordar que la razón principal de esta reunión es el compromiso entre nuestros hijos —retomó Soun tras unos instantes de vacilación. Juntó sus manos sobre la mesa y prosiguió—. Si bien es cierto que Genma y yo llegamos a este acuerdo hace ya unos años, ahora que los niños se han conocido y hemos podido ver con nuestros ojos que hay buena sintonía entre ellos, es hora de formalizar el compromiso del todo.

Ahí estaba. Eso era.

Ranma se removió en su cojín y sin querer, movió sus ojos hacia Kasumi. La joven escuchaba con atención a su padre, mirándole sin pestañear y asintiendo a todo con una suave sonrisa.

Vivir Sin TiWhere stories live. Discover now