-Arrepentimiento-

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2.

—Arrepentimiento—

No era como si Ranma hubiera olvidado a su madre. No, de ningún modo.

Si bien habían pasado diez años desde la última vez que se vieron, él conservaba muchos buenos recuerdos de su madre y eran todos especiales. La mayoría de su infancia, Nodoka y él vivieron prácticamente solos debido a la continua y repetida ausencia de Genma por lo que habían llegado a forjar una relación muy especial.

Sí, Ranma se acordaba de todo o de casi todo. Pero había un recuerdo que inevitablemente ensombreció a todos los demás. La noche en que su padre se lo llevó. Cuando recordaba aquello, el momento en que su vida cambió para siempre, no podía dejar de preguntarse una y otra vez: ¿por qué su madre no lo impidió?

—Ranma, date prisa —masculló su padre entre resuellos. En los últimos años Genma Saotome había perdido fondo por la falta de ejercicio y su, cada vez mayor, gusto por la bebida. Eso sí, seguía siendo un tirano de los peores, aunque a su hijo ya no le impresionaba.

Ranma volvió el rostro por encima de su hombro mientras trotaba cargando con su petate. Su padre se movía a unos cuantos metros por detrás de él. Prefirió guardar silencio y ahorrar energías.

Se habían puesto en marcha esa misma noche. Su padre parecía sugerir que la situación de su madre era crítica y debían volver a casa lo antes posible; sin embargo, no quiso decirle nada sobre cómo se había enterado de la enfermedad de Nodoka. Tampoco consideró la idea de que, ya que era algo tan grave, cogieran un tren para llegar antes.

No, ni hablar. Debían hacer la vuelta a casa a pie porque...

—Un buen artista marcial logra convertir cualquier obstáculo en una nueva forma de entrenar —Le dijo, dando por zanjado el tema.

Así que padre e hijo, con sus abultadas mochilas al hombro, recorrían a pie la distancia que les llevaría de vuelta junto a Nodoka. Por suerte, no quedaba tan lejos y Ranma calculaba que en menos de un día llegarían.

Ranma olvidó, de forma drástica, tanto sus planes de ir a China como lo reconfortante que le resultaba repetir su mantra. Ahora solo había una palabra que su cerebro repetía sin cesar.

Mamá...

No podía quitarse de la cabeza la imagen de su madre.

La veía tal y como la recordaba de la última vez que habían estado juntos, sonriéndole con amor; pero de repente, a su cerebro llegaban todo tipo de imágenes grotescas y terribles, donde la veía agonizando sola en la cama de un desangelado hospital cualquiera. Quizás mirando hacia la puerta de la habitación, esperando que en cualquier momento apareciera el desagradecido de su hijo para tomar su mano y disculparse por todos los malos pensamientos que había tenido sobre ella en esos años.

Y Ranma tenía que reconocer, ahora con vergüenza y culpa, que habían sido más pensamientos de los que le habría gustado.

Lo que si era verdad es que nunca, jamás, llegó a odiar a su madre. De eso estaba seguro y era a lo único que podía aferrarse mientras sentía sus pies volar sobre el suelo, a todo correr, con su padre jadeando a su espalda.

Oh, mamá...

Pero sí le guardaba rencor.

Porque aquella noche no se despertó... ¿Cómo pudo seguir dormida como si nada mientras secuestraban a su hijo? Ranma chilló, la llamó y golpeó el suelo y las paredes mientras era arrastrado por su padre. ¿De verdad no le oyó? ¡No, imposible! ¡Hasta los vecinos debieron oír el alboroto! Y si ella lo oyó, si supo lo que estaba ocurriendo y no hizo nada para evitarlo eso significaba que... que...

Vivir Sin TiWhere stories live. Discover now