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-¡Qué miran esto es su culpa!- dijo la adolescente señalando a todos antes de entrar a su casa.

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Fū estaba sentada frente a una de las pequeñas cascadas que estaban alrededor de la aldea, una la cual casi nadie conocía y se mantenía solitaria a excepción de cuando la pequeña Jinchuriki paseaba por el lugar.

'¿Piensas creer en lo que dijeron esos extraños?'

El Nanabi usualmente preguntaba lo mismo desde que había conocido a esa extraña pareja desde hace ya tres días, pero ni siquiera ella aún entendía el ¿Por qué estaba tentada a aceptar su ayuda?.

-No lo se... Algo dentro de mi me pide a gritos que lo crea...- el susurro lejano de la voz de Fū era casi inaudible pero para el Nanabi sonaba claro y fuerte.

'Yo también lo siento'

-... ¿Qué debería hacer?-

La pregunta de Fū fue tan solo un pequeño susurro que se llevó el aire hasta que el sonido de las ramas siendo rotas alertaron los sentidos de la Jinchuriki e inmediatamente se escondió en la copa de un frondoso árbol escondiéndose de la pero que se acercaba.

-Tks, ese maldito zorro, ¡Kurama! ¡Más vale que regreses a casa antes que te rompa todos los huesos del cuerpo!- el rugido enojado de la peculiar pelirosa se pudo escuchar a los alrededores de prácticamente toda la aldea.

-Agh, ¿Donde se habrá metido? Solo fui al consultorio un par de horas-

Para cualquiera cualquiera que viera a la hermosa mujer se le haría demasiado obvio que estaba completamente enfadada, su expresión la delataba, esa mueca de enojo junto con el seño fruncido y esa mirada que escaneaba todo el lugar, Fū podría jurar que estaba viendo a su madre mientras la buscaba después de llegar tarde a la cena.

-KUR..ama ...- de nuevo la mujer volvió a gritar pero está vez ella misma se interrumpió bajando su tono de voz al mirar la cascada frente a ella.

Algo curiosa Fū observó como la pelirosa se sentaba en el suelo lentamente sin quitar su mirada de la pequeña cascada, el silencio era impenetrable y el único sonido era el de las hojas movidas por el ligero viento mientras caían al agua.

La joven Jinchuriki estaba indecisa ella quería acercarse a Sakura y preguntarle si se encontraba bien y animarla, pero su sentido común le decía que probablemente era algún problema íntimo y era mejor mantener la distancia y no involucrarse tanto.

-Sabes tu te pareces un poco a ellos, aunque últimamente todos los niños y adolescentes me recuerdan a ellos, su curiosidad, su entusiasmo de aprender algo nuevo, esa manera tan energética en la que llegaban a casa todos los días contándome cómo les había ido en la academia, en cuántos amigos habían echo, ignorando las silenciosas miradas de envidia que muchos les lanzaban deseando estar en su lugar... Pero ellos siempre mantenían una sonrisa diciendo que no importaba- con una quebradiza voz Sakura comenzó a hablar sorprendiendo a Fū quien pensó haberse escondido perfectamente.

-En casa hay o bueno habrá una cascada inmensamente grande donde siempre íbamos a entrenar todos juntos, mi pequeño Jade tratando de mejorar sus habilidades con algún animal herido del hospital, mientras la pequeña Cerezo trataba de pasar hasta el otro lado de la cascada sin caer al agua y mi pequeño tomate jugando con los adorables animalitos de alrededor... Sabes era tan pacifico ese momento que nunca imaginarias que en tan solo minutos se convertiría en una zona de guerra -

Las últimas palabras que pronunció Sakura sorprendieron a Fū, la joven Jinchuriki del siete colas no quería ni imaginarlo, el tan solo pensar que hace un momento estabas con tu familia y segundos después todo a su alrededor era un campo de batalla donde las y únicas opciones eran morir luchando, morir sin poder haber echo algo o morir tratando de escapar y todas esas opciones tenían algo en común, la muerte.

Regresando Con Mi BakaWhere stories live. Discover now