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9:00p.m

—Buenas noches querida Susan, está usted expléndida hoy... ¿se ha cortado el pelo?— Minho se encontraba haciéndole la pelota a la recepcionista con una gran sonrisa de oreja a oreja.

—¿Qué?— dijo la anciana de una manera algo seca. No pasaba de los 60 pero sus arrugas y su pelo canoso hacían que aparentase algunos años de más. Mantenía una mirada y un rostro amargo, Minho no es que les cayera demasiado bien a las monjas de aquel orfanato.

—¿Por qué tan enfadada? Es domingo, una señora tan joven como usted debería estar disfrutando de la vida o ¿qué sé yo? en la iglesia festejando por Dios, nunca mejor dicho...—.

—Niño, no es hora de tus tonterías, dime ¿qué quieres?— dijo por fin la anciana dejando unos papeles a un lado y levantándose de su asiento.

—Verá... como ya he dicho hoy es domingo, y no tengo mucho que hacer. Repito, es DO-MIN-GO, por si no lo sabe es un día en el qu-...— la anciana le interrumpió.

—¡Chico, claro que lo sé! ¿Tienes el permiso?— preguntó extendiéndole la mano para que Minho le diera el dichoso permiso.

—Ya... sobre eso...

—Joven, ya sabe que sin el permiso no puede ir a ningún lado.

—¡Lo sé, lo sé! Pero la estú... quiero decir, la maravillosa Gertrudis nunca me lo da y ya llevo semanas haciendo las tareas, venga porfavooor...— Minho estaba literalmente suplicándole a la anciana.

Los chicos del orfanato solo podían salir los viernes y los fines de semana, con la condición de llegar a las 10:30 de la noche como muy tarde, Minho no era muy de seguir esta regla por lo que la monja que llevaba todo el cotarro, Gertrudis, le castigo básicamente un mes sin poder salir los fines de semana y haciendo tareas básicas como fregar platos, sacar la basura, lavar y tender la ropa, ella consideraría si volvería dejar salir al chico.

—Debes subir a su despacho y pedirle el permiso, de todas maneras, ya es tarde deberías esperar al viernes que viene.— Dijo Susan dando por terminada la conversación.

—Mierda...— espetó Minho subiendo las escaleras. "Esa vieja me odia, jamás conseguiré el permiso" pensaba.

Subió hasta el último piso, que es donde se encontraba el despacho de aquella anciana que tanto odiaba Minho. Se paró frente a la puerta unos segundos, suspiró y tocó tres veces antes de entrar.

—Buenas noches Señora Gertrudis...

—Niño...— la señora levantó la vista y vio al chico que más odiaba (no lo odiaba porque era monja y ellas "no odian", pero básicamente lo hacía), le puso su peor cara y habló. —¿Qué haces aquí a estas horas?

—Venía a pedirle el permiso para... para salir aunque sea un rato— la señora suspiró y no dijo nada, lo que puso de los nervios al adolescente. —Por favor, llevo casi un mes haciendo tareas y no he hecho nada malo, necesito salir por lo menos una hora.

—Mmmm— la señora pensaba —¿prometes llegar puntual?— Los ojos del muchachos soltaron un brillo de emoción al ver cómo la anciana le daría la oportunidad de salir a tomar el aire después de tanto tiempo.

—Lo prometo, lo juro maldita sea...— "mierda" pensó.

—¡Niño, cuida lo que dices!

Kijong Dong *TERMINADA*Where stories live. Discover now