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30 de Noviembre de 1941

Todos los niños pasaron a aquella gran casa, un poco tímidos.

Entraron uno detrás del otro y al final el hombre y la mujer que los salvaron.

Los pequeños ya estando dentro se quedaron todos en fila y sólo escanearon la casa.

—Bien, creo que no nos dió tiempo para presentarnos hace unas horas... Me llamo Adelaide.

La señorita Adelaide era una mujer de 25 años, cabello rubio, ojos verdes y una piel muy blanca, casi hasta transparente, y a comparación de otras mujeres ella no usaba vestido, ocupaba un pantalón con tirantes y una camisa.

—Yo soy el esposo de la señorita Adelaide, me llamo Thomas, un gusto.

El señor Thomas era un hombre de 27 años, cabello negro chino, ojos completamente negros sin barba

Después de la presentación; los 20 niños se presentaron.

—Bien, encantada de conocerlos a todos... Nos... Encantaría mostrarles el lugar donde se quedarán... ¿Gustan pasar?— La señorita Adelaide dijo suavemente apuntando su mano hacia unas escaleras.

Todos los niños asintieron, aún un poco tímidos. Era obvio, estaban en una casa que no era ni la mitad de grande que sus casas en Inglaterra.
Y aún más extraño, con unas personas que no conocían.

Subieron por las escaleras con alfombra roja, podría parecer un castillo si así lo querías ver.

Al entrar al cuarto todos de asombraron, era demasiado espacioso, enorme, podría ser una sala para fiestas sin problema.

Tenía literas de dos pisos, cobijas en cada una, un mueble lo suficientemente grande a cada lado de las camas para meter ropa, sillas pequeñas, uno que otro libro.
Todo era hermoso.

—Bien... Esperemos que les guste, aquí podrán dormir, jugar, hacer lo que deseen.
Yo espero que se sientan como en su casa, porque esto es lo que será, así que... Pueden ir acomodando sus cosas, miren, les muestro.— Se acercó a uno de los muebles que se encontraban a lado de las camas. —Aquí hay dos espacios, cabe perfectamente su ropa, dormirán uno en cada cama, pero compartirán este pequeño mueble, lo pueden dividir en dos para que les sea más cómodo, será decisión de ustedes, pequeños.

—¿Podemos dormir con quién queramos?— Dijo la pequeña Sarah.

-Por supuesto, elijan con quién quieren compartir la litera, no tengo problema, repito, es su habitación, su casa.
Ah, y si terminaron de acomodar sus cosas y ya se aburrieron puede explorar la casa, lo que ustedes deseen, no les vamos a prohibir nada...- La mujer se agachó a la altura de los niños para susurrarle algo.- A excepción de las figuritas de porcelana, son del señor Thomas y no le gustaría que se rompieran.

Los niños asintieron con atención.

—Pues... Eso sería todo, los dejo para que se acomoden ¿Sí? En un rato más los llamo para la cena. — Se levantó para ya irse.

—Ah, señorita Adelaide... ¿Me podría decir dónde está en baño?— Dijo Mina, una niña con rasgos asiáticos, cabello lacio; negro, labios pequeño y piel algo morena.

—Claro, pequeña, ven.— Tomó su mano y se fué.

Todos los niños observaron la habitación, expectantes a todo, y uno que otro buscó a su compañero de litera.

—Mmm... Bien ¿Te gustaría compartir litera?— Le dijo Tae a Jungkook.

—Mmm... Está bien.— Sonrió un poco mostrando sus dientes frontales, sí, esos que lo hacía ver como un conejo.

Niños de Guerra | KTH+JJKWhere stories live. Discover now