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Estamos en el furgón de Gorka, Vicente está detrás manteniéndome despierta. El ambiente es tenso y ambos están claramente nerviosos. 

—Hay que ir a un hospital, se va a morir. —sugiere Vicente. 

—No digas bobadas. —susurro. 

—¡Joder Violeta! Que hemos salido vivos de puto milagro. Y tú estás muy jodida, tía. —grita Gorka enfadado. 

—Dame mi móvil. —con dificultad busco el número de Hernán, no lo pienso y marco para llamada. Con mucho dolor y ganas de cerrar los ojos, espero escuchando el tono, una y otra vez. Se corta, pero insisto, tiene que cogerme el teléfono. Ambos esperan atentos, esperan saber cuál es mi decisión, pero por si acaso, el grandullón ha arrancado el vehículo, por si los hombres del argentino nos siguen. Y es que mi locura, es la que ocasiono que todo se saliese de control, mi mal humor y mi falta de calma fueron grandes detonadores en la situación pasada. Con el móvil de la mano y en la otra sujetando un trapo empapado en mi sangre, espero que Hernán me conteste. Al final y como se suele decir, a la tercera va la vencida y el adjunto, descuelga. 

—¿Violeta? ¿Pasa algo? — su tono es bajo, acabo de despertarle. 

—Necesito que me ayudes, es importante. No acudiría a ti si no lo fuera. —escucho su respiración, necesito saber que estará ahí, lo necesito. 

—¿Estás llorando? — no quiero contestar, son un cúmulo de cosas. Y es que ni siquiera he hablado con Claid, no coge el maldito teléfono. 

—Solo, ayúdame, por favor. No preguntes. — resopla, pero cede. 

—Te paso la ubicación de mi casa. 

—Gracias. — cuelgo y me meto en el chat con su nombre, donde enseguida está la dirección donde encontrarle. —Gorka, llévame ahí. 

 —Estamos a media hora Violeta, queda en la otra punta. —su voz suena, apenada. 

—Aguantaré, pisa el acelerador y no pienses más. —sollozo. 

—El jefe sigue sin contestar. —comenta Vicente. — Y es que esto ha sido un desastre, no sabemos si las cosas en el club marchan bien, si el argentino tomo represarías con Jazmín y sin tener claro que Claid continué vivo. El camino lo hacemos en silencio, nadie es capaz de romperlo. Seguimos sin respuesta y vagamos entre los focos de las farolas, a las afueras de Madrid, hoy, todo es tranquilidad. Y eso jamás es así. Entramos rápido en la autovía y enseguida vemos él desvió hacia Ciempozuelos, donde se encuentra Hernán. 

Cuando Gorka aparca en la puerta me asombro al ver el chalet donde vive el médico, grande, de una fría estructura de hormigón, —como su corazón. —supongo. En la entrada principal, con una leve luz cálida, espera de pies mi llegada. Los chicos me ayudan a bajar de la furgoneta y me llevan hasta él. 

—Sé que me has dicho que pregunte, pero esto no es un hospital. — su característico gesto. Pellizca el puente de la nariz, frustrado da paso al interior. —Vamos arriba, allí podré ver la gravedad de la herida. Caminamos detrás de él, Gorka acaba cargándome en brazos por las escaleras. Mientras subimos, Hernán acelera el paso, pasando justo al lado de una habitación, donde cierra la puerta y continúa.  —Al fondo a la derecha. — dice mientras señala el lugar. Oso, me deja sobre la cama, me coloco con dificultad del lado contrario y retiro el trapo para que pueda apreciar los daños ocasionados. Parece que ha dejado de sangrar. —Un segundo, voy a buscar algo. —No tarda nada, enseguida trae suero para lavar y muchas gasas. Así puede ver mejor el alcance que tiene la herida. Limpia con cuidado, los chicos miran detrás de él, y es que Vicente arruga el entrecejo y Gorka está blanco. 

—¿Todo bien? —comento entre molestia por el tacto de las gasas. 

—Si parece que es a nivel dérmico, no es profunda, irregular y aparatosa por la zona. Pero, nada más preocupante. — se levanta para ir a por más cosas, se prepara en la mesa de al lado, colocándose un campo desechable, material de sutura y guantes estériles. 

PROYECTO MENTE 🧠 [BORRADOR][+21]Where stories live. Discover now