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—¡Violeta espera! — Hernán me llama a gritos mientras corro con dificultad a por mis cosas en el dormitorio del fondo. Mi cabeza da vueltas, los recuerdos de anoche me invaden, también todos esos gestos que para mí cobran sentido. Cerrar la puerta, mantenerme callada... Eran señales evidentes, que estaban ahí. Agarro mis cosas para salir corriendo, marco con dificultad el número de Gorka para que venga a buscarme y grito por la frustración de que de apagado. De pronto, la puerta azota la pared, Hernán entra para impedir que me vaya. Esquivo sus movimientos, intento deshacerme de él. Por este forcejeo tan tonto, ambos caemos sobre la cama. Me retuerzo bajo su cuerpo, mis cosas acaban por el suelo. Alaridos de irritabilidad salen de mi boca. 

 —¡Cálmate! Déjame que te explique. — súplica. —¡No hay nada que explicar! ¡Tienes pareja! ¡Tienes pareja! — repito una y otra vez. Hernán me sujeta las muñecas por encima de la cabeza, me doy cuenta de que no merece la pena seguir peleando. Gesticula, al ver que me tranquilizo y me suelta. Despacio, sin retirar la mirada de él, me incorporo. 

 —Tienes un minuto, luego me iré. — mi respuesta es tajante y como lo suelto sé que lo haré. 

 —Cuando ayer me llamaste ya estaba con aquella mujer, es una amiga, especial. No tenemos nada que defina lo que nos ocurre, entonces me gusta divertirme. — el muy descarado sonríe mientras se encoge de hombros.

 —Completamente de acuerdo, ahora lo termino de definir. Adjunto y residente, así se va a quedar. Si ya estás aquí con alguien y a pesar de ello decidiste ayudarme. Lo que no entiendo, es porque decidiste echarme un polvo a mí, aquí, con ella en otra habitación. — se muerde los labios, sabe que tengo razón, pero no sabe cómo contestar a eso. —Buenos días, Adjunto Hernán, hasta la semana que viene. Me visto, colocando el vestido maltratado que llevaba a noche, los tacones y cogiendo mi pequeño bolso con mis cosas. Sé que apenas puedo tapar la culata del arma, pero me las apaño para que no la vea. Hernán se queda sentado mirándome desde la cama. 

 —Violeta...—susurra, no lo escucho, avanzo hasta llegar fuera. Donde camino unas manzanas hasta ver el furgón de Gorka aparcado. Corro hacia él sujetando mi herida, unas lágrimas caen de mis ojos y comienzo a sollozar. Mi compañero y amigo baja para recibirme entre sus brazos y yo me acurruco entre su cuerpo. 

 —Todo estará bien. Te llevaré a casa. —agradezco tanto como es conmigo, jamás pregunta, no insiste, ni se sobrepasa. Es mi eterno protector. Me coloco a su lado, en el asiento del copiloto. Trasteo con el botón de las emisoras y busco una canción que me ayude un poco con este amargo sabor de boca. A ratos me rio, otro lloro y por el camino Gorka intenta alentarme con bonitas palabras. —Eres el ama del mundo, no llores por nadie. — comenta calmado. 

 —Tenía a otra mujer en casa, y aun así durmió conmigo...—sonrió asqueada. 

 —Por eso cerró la puerta...—susurra al mismo tiempo que agudiza la vista. —Qué fenómeno. 

 —¡Oso! —ambos nos reímos por la situación tan surrealista que ha pasado. — Por cierto, ¿por qué estabas cerca de la casa? —Vi tu llamada perdida, y como no sabía qué harías por la mañana vine con la furgo revolucionada. — comienza a reírse de manera jocosa. 

 —Gracias. — sonrió. 

 —Mira, descansa y esta noche baja al club. El jefe está al llegar y querrá verte bien. 

 — ¿Ya sabe lo que ocurrió? —asiente. — ¿Y? 

 —Ya no hay que preocuparse del argentino. —arrugo el entrecejo. 

 —¿Está muerto? —grito. 

 —No, tu tranquila.


PROYECTO MENTE 🧠 [BORRADOR][+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora