Capítulo 8

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Me levanté, me limpié con cuidado el polvo de las rodillas y sequé mis lágrimas.

-¡Mierda!- maldije desde el fondo de mi alma.-He olvidado tus flores, abuelito.

Dos hombres voltearon la cabeza, confundidos, pero yo solo me dediqué a poner los ojos en blanco.

Pasé rápidamente por delante de cada una de las lápidas, buscando alguna flor silvestre que pudiera ofrecerle y pateando la tierra poco húmeda que estaba en el lugar, tratando de desquitar mi furia con Gideon.

"¡A la mierda con él!" pensé. "Que se divierta comiendo palomitas y flirteando con Miss Perfección. ¡Que ni piense que volverás a llorar por él! " Me regañé.

El recuerdo de Gideon había llegado de nuevo a mi cabeza, pateando toda la paz que mi abuelo había logrado poner dentro de mí.

Dos lágrimas cristalinas bajaron inevitablemente por enésima vez de mis mejillas.

Como había dicho a Leslie, el chocolate que cubría de mi corazón de mazapán se lo había comido Gideon, pero ésta vez era diferente. Lo había reemplazado, solo para intentar comerlo de nuevo.

"Y ahora estás hablando como una loca, Gwenny." Dije en voz alta mientras me reía.

Y ahora había mucha más gente que me miraba con cara de pocos amigos, pero también había pequeñas figuras que me sonreían mientras iban de una lado a otro, mirándome con sus ojitos sin vida pero a la vez llenos de ella.

Un pequeño de cabello oscuro y brillantes ojos verdes se cruzó en mi camino y me hizo una mueca. Reí y le hice una mueca diferente en respuesta.

Y de nuevo Gideon se apareció en mi mente.

No había sido precisamente engañada por él, pero me sentía igual que si lo estuviera.

Otra lágrima más apareció por mi rostro, encerrándome en una pequeña burbuja. Mi pequeña burbuja, donde no existían los cerdos asquerosos como Gideon.

Gideon. El sólo pronunciar su nombre hacía que mis piernas temblaran y mi corazón latiera a mil por hora.

Mi campo de visión apenas sobrepasaba lo que tenía en frente.

"Típico de las penas de amor." Diría Leslie, que en ese momento estaría cantando The Winner Takes It All de Abba.

Recordé cómo Gideon casi me escuchó cantar Mamma Mía en el viejo sótano de cuartel de los Vigilantes.

Esbocé una pequeña sonrisa, apenas una elevación de las comisuras de mis labios, pero en seguida volví a la realidad.

¿Es que cada maldita cosa tiene que recordármelo?

"Vamos, Gwen. Si sigues así verás su cara hasta en el papel higiénico."

Antes de poder recitar todas las cosas por las que el papel higiénico también me recordaba a Gideon, divisé un montón de flores azules, de un color etéreo, como los ojos de mi novio literario Tobias Eaton.

Me agaché un poco para tomar esas flores que brillaban como zafiros, pero me congelé e el momento en el que descubrí a quién pertenecía la tumba.

Abrí los ojos como platos y un sudor frío recorrió mi espalda.

Di unos cuantos pasos tambaleantes hacia atrás para poder observar con mayor detenimiento la tumba.

Paul De Villiers and Luce Montrose.

1892-1966 and 1895-1964

Permanecí igual de helada. No podía creer en algo que estaba frente a mis propios ojos. Continué leyendo, esta vez con más detenimiento.

We never know when the love will end.*

Era una cita ciertamente hermosa.

"Mis padres han muerto." Fue el primer pensamiento que pasó por mi cabeza.

"Pero lo más extraño es que no me importa."



*Nunca sabremos cuando el amor terminará.


Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora