Capítulo 17

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Gideon apareció junto a mí a los pocos segundos de que yo aterrizara.

Me tomó por la cintura y acarició mi mejilla con su nariz, para luego depositar un suave beso en ella.

"Todo esto se está volviendo demasiado romántico, Gwenny". Recordé como hablaba Leslie cuando los protagonistas de una película por fin se besaban. "Tendría que estar haciendo la tarea, pero realmente no pienso perderme ni un minuto de esto".

Gideon se alejó de mí y comenzó a acomodar su perfectamente planchado traje de caballero de 1919. Rodé los ojos. Ni siquiera yo me preocupaba por tales pequeñeces.

Al poco tiempo revisó su celular, lo que yo supuse eran mensajes de Raphael.

Instantáneamente, y procurando que él no me viera, me llevé una mano al rostro, justo donde me había besado Gideon, y justo como lo hacían es las películas.

Aprovechando este tiempo, yo también saqué el mío, extrayéndolo por el escote del vestido. Gideon había pasado esto por alto.

-¿Lo tenías ahí todo el tiempo? –me pregunto, a punto de partirse de risa. –Creí haberte dicho que no lo llevaras más al pasado.

-Bueno, ¿y qué? Es mío, después de todo. Puedo llevarlo a donde se me dé la gana. –le respondí, desafiante.

El separó sus labios para contestar, pero sólo dejó pasar aire de ellos. Probablemente pensó dos veces ante de decir lo que tenía en mente.

-¡Por Dios! Mira la hora. –me dijo, enseñándome la pantalla de su teléfono.

Pasaban de las once de la noche. No tenía ni la más mínima idea de dónde estaban mi familia o mis amigos. Y yo no sabía qué hacer en este momento.

En ese preciso instante me di cuenta de que mi familia bajo ninguna circunstancia volvería a poner un pie en la casa hasta que el conde fuera atrapado.

Volteé a ver a Gideon. Al ver sus ojos centelleantes en los míos, no pude resistirme a preguntar.

-¿Dónde dormirás tú? –dije, con el tono de voz de una niña de cinco años.

Gideon me dirigió una sonrisa pícara y luego me besó.

-¿Acaso te importa tanto? –retó.

-¡Pues claro que me importa! ¡Un maniaco está suelto y tú no haces más que jugar! –exploté. No tenía la más mínima intención de contestar de esa manera, pero las palabras salieron de mi garganta como hojas volando al viento.

Vi cómo se ensombrecía su rostro.

-¿Jugar? ¡Jugar! ¿Qué crees que...? –lo miré directo a los ojos. Estudié con cuidado cada pizca de color verde, esperando a que soltara toda su ira sobre mí. Por algún extraño motivo, él se detuvo al ver mis ojos un poco húmedos. Después me dirigió su más hermosa sonrisa. –No lo diré. No voy a herirte una vez más.

Abrí los ojos, sorprendida. Este era el lado de Gideon más oculto al fondo de sí. Era un lado que no veía a menudo, pero era algo que podía derretirme como un pequeño trozo de queso al fuego.

-Cuanto autocontrol. –bromeé. –No sueles ser así conmigo.

Sin dejar de mirarme, vi cómo su sonrisa cambiaba a su habitual expresión seria.

-Gwendolyn, otra cosa que jamás comprenderé de ti es tu poder de enloquecerme. Cualquier cosa que hagas, cualquier cosa que digas me crea una gran necesidad de besarte. No me digas que el evitar decirte cosas que tu realmente no quieres oír es autocontrol. ¡No sabes las ganas que tengo de lanzarme contra ti cada vez que te veo! Gwenny, me estás volviendo un completo idiota. Y lo más alarmante de esto es que disfruto que lo hagas.

No respondí. Probablemente sacaría otra estupidez. Así que le eché los brazos al cuello. Pero justo cuando nuestros labios casi se tocaban, el ala de mi pequeño sombrero chocó con la frente de Gideon.

Ambos reímos, mientras Gideon me quitaba el sombrero y lo lanzaba a una esquina como si fuera un disco.

Sentí el calor de sus labios y cerré fuertemente los ojos.

"Tú también me estás volviendo una completa idiota." Pensé para mis adentros. "Y los más alarmante de esto es que también disfruto que lo hagas".

Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora