Capítulo 13

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Cerré los ojos un momento al esperar que la sensación de vértigo pasara. Respiré profundamente y sentí un gran peso en mi mano derecha. "La maldita caja de herramientas" me dije a mi misma para calmarme.

Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue a un pequeño niño que me miraba con los ojos desorbitados.

-¡Bruja! –gritó apenas habían pasado unos segundos. -¡Madre, padre! ¡Una bruja! ¡Esta casa está maldita por una bruja!

Los padres del niño acudieron inmediatamente, arrastrando sus pesados pijamas por las escaleras.

"Oh, Dios, ¡no de nuevo!" pensé con todas mis fuerzas.

El pequeño seguía mirándome como si fuera un engendro del mal, mientras sus padres se alejaban tomándose el pulso con una mano en el pecho.

-¿La ven? ¡Es una bruja! ¡Ha venido a comerme! –el niño no paraba de gritar.

Sofoqué una risa, tratando de no irritarlo más, mientras me apuntaba acusadoramente con un pequeño juguete antiguo de madera.

-¡Está maldita! ¡Es una criatura del demonio! –exclamó.

Está bien, sus gritos ya me estaban molestando. No es que fuera tan malo aparecer de la nada con una caja de herramientas en la mano.

-Ni estoy maldita ni soy una bruja. –protesté antes de que mi cerebro pudiera pensar bien las palabras que iba a decir.

-¿No? ¿Entonces cómo explicas que te vi aparecer frente a mis propios ojos? –me preguntó destilando rabia.

-Eso es un tanto difícil de explicar. –contesté llevándome una mano por detrás de la cabeza.

-¡Bruja! ¡Blasfema! ¡Sacrílega! –me gritó la señora desde el delicado barandal de las escaleras, apoyando a su mimado hijo.

-Cálmate, Gertrudis. –la tranquilizó el señor de bata color avellana. –Esta chica quizás es sólo la nueva ama de llaves. Estaba todo tan oscuro que a nuestro hijo le pareció verla aparecer, cuando limpiaba entre las tinieblas.

-Es... es verdad. –dije balbuceando y tratando de hacer notar la caja de herramientas.

La dama se llevó una mano dramáticamente a su delicada frente de porcelana, yo sentí de nuevo la sensación de vértigo en la parte baja de mi vientre.

-Debo irme. –respondí rápidamente mientras empezaba mi infernal carrera contra el tiempo.

Ya entre la oscuridad, miré hacia atrás unos segundos, segundos suficientes en los que desaparecí de nuevo al viajar al presente, segundos en los que vi el breve resplandor de una estrella de doce puntas en el dedo medio del señor.

De vuelta al presente, la imagen de Raphael asustado, pero realmente impresionado fue lo que vi en cuanto mis ojos se acostumbraron de nuevo a la penetrante oscuridad de la casa.

-¿Cuándo demonios dejarás de hacer eso? –me preguntó.

-No tengo ni la menor idea. Por lo pronto, será mejor que te acostumbres. –le dije sinceramente. Desvié mi mirada hacia la izquierda, justo donde yo había dejado el cronógrafo. No logré verlo. -¿Está bien el cronógrafo?

Busqué con mi mirada alrededor de mi misma, intentando inútilmente encontrar el cronógrafo.

-Solo tiene unos cuantos rasguños, pero, sinceramente, pienso que fueron hechos por tu prima y su rebelde novio. –me respondió Leslie entregándome el aparato después de revisarlo minuciosamente.

-Gracias, Less. –fue lo único que mi maldita boca fue capaz de decir. -¿Cuánto tiempo estuve fuera?

-Fue un tiempo bastante amplio, Gwendolyn. –me respondió Gideon apoyando en una esquina, su hermoso rostro cubierto por la oscuridad.

Diamante (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora