── 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 › 0 0 2

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Adri no entendía lo que estaba sucediendo aquella vez, pero se sentía incómodo. Las personas a su alrededor, algunos cuantas de ellas, parecían estar sufriendo, derramaban lágrimas –pocas o muchas– ¿Por qué?

—Mami— aunque su madre no parecía ser de la clase de personas que sufría, él se sentía tan agobiado de oír a los demás llorar —¿Por qué esas señoritas lloran?— y señaló con la mirada al grupo de mujeres que sufría en una esquina en conjunto. La princesa imperial tuvo que agacharse un poco para oír la duda del pequeño príncipe y poder responder.

—Solo dramatizan, hijo mío— algo que le parecía extraño era que su madre traía puesto un lindo vestido rojo cuando todas las demás mujeres tenían vestidos negros o grises, no, hasta los hombres vestían con esos últimos colores y él no se parecía a ellos, tampoco vestía negro o gris, vestía un lindo azul principesco.

Asumió que la familiar real no debería de prestar respetos a una familia noble baja. Eso es lo otro que le parecía extraño, ¿Floyen es un ducado de clase baja?, le han enseñado que el ducado Floyen es el principal dominio más fuerte en el Imperio; entonces ¿por qué no están presentándose al funeral de la Duquesa con respeto?

—Mami— Lucyphella volvió a encorbarse para oír a su niño de ojos plateados —¿Por qué nosotros vinimos así? Todos visten diferentes, ¿No debimos de haber venido igual que ellos?

—Oh, mi inocente Adri— la fría, áspera pero dulce mano de su madre se asentó en su mejilla cálida para quitarle la calidez en un instante; los vacíos ojos azul-turquesa de su mamá se volvieron un espejo para él en donde podía verse reflejado.
Nadi estaba sonriendo a su alrededor, solo ella —No tienes que preocuparte por esto, tú eres el Príncipe Heredero, puedes asistir a las fiestas como desees.

—Pero esto no es una fiesta— él entendía que no lo era, con diez años comprendía que las fiestas eran totalmente diferentes a los funerales.

Su madre se acercó al oído suyo y susurró con suavidad.

—Lo es para mí— un ligero escalofrío recorrió su espalda, se sintió pequeño eh indefenso ante su propia madre y esa sonrisa de felicidad que tenía en su rostro.

Lucyphella volvió a enderezarce y tomar la mano del niño para impedir que se fuera de su lado.
Alrededor de ellos habían demasiados soldados de la familia real, tantos que hacían intimidar a los invitados alrededor. Ninguno de ellos vestía tampoco acorde a las costumbres de los funerales.

La Duquesa falleció.

Fue una noticia que conmocionó a todo el Imperio. Muchas personas de alrededor del territorio se dio el atrevimiento de asistir el día de hoy para rendirle consuelo al Duque y a su hija.

Regis estaba destrozado. Su rostro denotaba su claro sufrimiento. La niña cerca de él también estaba sufriendo, lloraba a mares en brazos de una sirvienta.

—Andando— Lucy cargó entre sus brazos a su príncipe para poder llegar con prisa delante del viudo.
Todas las miradas fueron a dar a esos movimientos; Regis miró a aquella mujer, tan solo la miró, no tenía las fuerzas suficientes para demostrarle desprecio —Lamento tanto su pérdida, Gran Duque— su asentamiento de cabeza fue una señal de agradecimiento —Espero que este golpe pase rápido, usted amaba demasiado a la Duquesa.

—Le agradezco a la princesa imperial por asistir hoy— tragó su odio, su rabia eh ira y mostró respetos a la familia real.
Cierto tacto repentino a su brazo lo hizo estremecer. El pequeño príncipe Adri mostró sus respetos y su consuelo dulce a aquel triste hombre.

—Tenemos que irnos— la princesa, sin perder la sonrisa de su rostro, se marchó del lugar con su hijo en sus brazos y su grupo de seguridad.

Su regreso al palacio fue tranquilo. A Adri le agradaba oír la risa de su madre, era bonita pero está vez era algo extraña.

—Bien hecho Adri— ¿qué hizo? —Haz hecho feliz a tu madre, muy feliz, muy feliz— repitió mediante besaba sus mejillas.

—¿La niña seguirá llorando, mami?— de entre todos los niños que había visto en ese lugar, esa niña de cabello plateado y mismos ojos que él era la única que estaba sufriendo y derramaba muchas lágrimas.

—Tal vez— contestó dando poco interés a la respuesta —No es fácil para un niño perder a su madre a una edad tan pequeño.

—¿Tú jamás te irás, verdad?— su pregunta fue sorpresiva para Lucyphella. Ella mostró primero un rostro de incoherencia para después dibujar una sonrisa, esa sonrisa que solo las madres pueden poseer.

—¿Irme?— soltó unas cuantas risitas —¿A dónde me iría sin Adri a mi lado?

Es verdad, a donde Lucyphella vaya, Adri irá. Alguna vez los unió un cordón, ahora los une una promesa. Ninguno de los dos puedes romperla.

—¿Quieres beber leche con galletas cuando lleguemos a casa?— propuso al instante para disipar ese sentimiento en el niño. Los ojos de su hijo brillaron de la emoción, tal y como lo predijo ella.

—¡Sí!— accedió sin pensar dos veces en la propuesta.

Adri aún no comprende que las promesas no son lo mismo que los tratados. Nada es para siempre, tampoco una promesa lo es.

𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄 𝐅𝐋𝐎𝐘𝐄𝐍 . ¡Father, I don't want to get married!✓Where stories live. Discover now