── 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 › 0 0 5

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La tierra se alzó eh hizo que una tos desenfrenada lo distrayera del entrenamiento. Todo su rostro estaba cubierto por el polvo que se había alzado y adherido a la piel por culpa del sudor.

Sus manos ardían. La espada era pesada, era difícil aún acostumbrarse a ella.

—De pie— oyó decir a su maestro.
Floyen no estaba cansado, tampoco parecía estar siendo suave con su protegido, estaba ejerciendo demasiada presión al más joven de la familia real por deseos de poder manterlo con vida demasiado tiempo –así cumpliría con la promesa hecha a esa lamentable mujer– —¿Piensas que tu adversario te dará minutos para que te recuperes? una vez caigas al suelo será tu fin. La espada te quitará la vida y de nada habrá servido mi tiempo invertido en ti.

Max se puso de pie. Alzó la espada y fue contra su maestro.

La muerte de su madre fue hace once meses atrás, diciembre había llegado tan de pronto que poco se había percatado de ello. No sentía que nada cambió, seguía sintiéndose como la misma basura de siempre. Aún la espada era pesada y difícil de manejar, su maestro no parecía importarle. Los golpes que recibía eran tortuosos. Las arrastradas contra el suelo era dolorosas. Los cortes en su cuerpo dejarían por la eternidad marcas de cicatrices; ¿de qué servía seguir luchando para vivir si podría morir en cualquier momento durante sus malditos entrenamientos?

—Descansa— oír esa palabra fue gloriosa —Cuando te sientas más recuperado y en condiciones de seguir, seguiremos con el entrenamiento.

—Bien— su ida significó el momento justo para desplomarse en el suelo.
Jamás la tierra se había sentido tan cómoda para poder dormir unos minutos.

—La tienes difícil, ¿eh?— sintió el frío de gotas de agua caer sobre su cara.
Abrió los ojos con lentitud y se encontró con los ojos plateados de su primo mayor; Adri mojó una toalla con agua fresca para poder ayudar a su primo a refrescarlo, no imaginó que lo encontraría en una condición como esa —Comprendo porqué mamá y tío no desearon que el Duque fuese mi maestro. Parece ser estricto.

Max suspiró con pesadez. La toalla fría sobre su mejilla era muy relajante.

—Pero de ese modo podrás llegar más lejos— el mayor tomó asiento al lado suyo —Él no parece ser el tipo de maestro que te mantiene horas golpeando el aire sin motivo alguno.

—Sir Bennet es uno de los mejores soldados del imperio.

—Pero el peor instructor— contradijo golpeando al suelo con su puño. Se sentía estafado, el maestro que le brindaron era demasiado simple. "Ser un espadachín lleva tiempo", fue lo que le dijo cuando reclamó. Se supone que el Duque Regis fue un reconocido héroe a la edad de dieciocho, eso quiere decir que a su propia edad él era un experto en el manejo de la espada y en el combate ¿no es así? —Estoy pensando en cómo pedirle al emperador que me brinde como maestro al Duque Regis, ¿crees que vaya a aceptarme como uno más de sus discípulos?

—Es un cascarrabias— insultó con enfado —Te aseguro que fuiste afortunado por estar bajo las instrucciones de Sir Bennet. El sujeto ni siquiera me deja ir al baño.

—Ve el lado positivo de todo esto— miró a un costado suyo en donde la espada de madera de su pertenencia se hallaba tirada —Tu tienes una espada la cual usar, yo sigo usando esta maldita espada me madera inservible.

Tal parece ser que el verdadero anhelo de Adri era usar una espada de verdad. ¿Era eso por lo que hacía berrinche?; Max pensó lo contrario, desde un principio él habría optado por el camino más largo, hacer esto día con día era una tortura.

—¿Quieres probar la mía?— puso la espada de metal delante del príncipe heredero —Puedo prestartela por unos minutos, antes de que el Duque regrese.

—¡¿Hablas en serio?!— podía verse la emoción en sus ojos brillantes.

—Así es.

Adri tomó la espada sin esperar más tiempo llevándose la sorpresa de su peso repentino. Tomó con firmeza el arma de no filo para empuñarla correspondientemente.

—Pruba golpeando este muñeco— señaló el muñeco al lado suyo, uno hecho de paja y cuerda, perfectamente hecho para el entrenamiento de golpe con espada —Si logras hacerle un corte, entonces prometo regalarte uno de mis juguetes.

—¿Por qué no ofreces algo mejor que eso?

—Entonces, decide tú que quieres si ganas esto— Adri pensó en que poder tomar de su primo menor si verdaderamente ganaba. Un posible trofeo llegó a su mente.

—¿Qué tal la espada?— la misma que ahora tenía en manos —Si gano tendrás que dármela, si pierdo tendré que darte algo que tu más quieras.

—¡Trato hecho!— sellaron el trato con un apretón de manos.

Ver esa competencia entre infantes era entretenido, desde hace ya tiempo que el descanso del príncipe Max se había terminado pero su curiosidad vino de repente luego de notar la presencia del príncipe mayor en el campo de entrenamiento.

Por su mente pasó varias ideas, una de ellas –y con la que se quedó– fue que no lograría realizar el corte, era imposible. El entrenamiento de Adri no podía ser comparado con el entrenamiento de Max.

Ambos están lejos del otro. Max iba a la cabeza, Adri se estaba quedando atrás. Era una pena.

—¡Wow!— repentinamente el grito del segundo principe lo tomó por sorpresa.
Devolvió la atención al campo de entrenamiento, en donde esos dos infantes estaban. Sus propios ojos se abrieron ante la enorme sorpresa de ver el muñeco partido en dos —¡¿En serio lo cortaste por la mitad?!, ¡Adri...!, ¡¿Cómo lo hiciste?!

¿Cómo lo hizo?

Pensó Regis. Su propio cuerpo estaba experimentado sensaciones nuevas, temblor... ¿Nervios?, ¿eran nervios?

El propio Adri tampoco hallaba explicación a lo que realizó. Tan solo recordó los movimientos vagos que Sir Bennet le enseñó y los realizó utilizando esta vez la espada de su primo. Era eso lo que influyó. ¿Usar la espada de metal fue lo que hizo posible que realizará un corte no tan limpio pero que separó en dos partes al muñeco?

𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄 𝐅𝐋𝐎𝐘𝐄𝐍 . ¡Father, I don't want to get married!✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora