── 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 › 0 1 1

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—No deseo que... Desperdicies tu vida solo enfocandote en la espada. —tomó a su hijo entre sus brazos y lo abrazó con demasiado cariño. Aún podía oír sus ligeros sollozos, en serio la herian tanto—. ¿Puedes comprenderme?, soy tu madre. Ninguna otra persona podrá saber lo que verdaderamente te conviene. Tienes que oírme, tienes que aceptar todo lo que te ordene y no decidir nada que fuera contra mis decisiones.

—Pero quiero aprender. —reclamó el menor—. Quiero ser tan fuerte, tan fuerte que nadie pueda ir contra mí. Que todos en el Imperio me alaben, ¡así como al Duque!

Un balde de agua helada. Así es como sintió ella al oír eso. Todo su cuerpo se estremeció. Una corriente de electricidad recorrió toda su espalda, ocasionando tanta furia.

—¿Cómo el Duque? —los brillantes ojos de su hijo eran hermosos. Eran tan idénticos a los de su padre—. ¿Por qué deseas ser como él, Adri?

—El Duque Regis es alguien grandioso. —confesó mediante se separaba del cuerpo de su madre y empezaba a saltar sobre la cama. Parecía ser que la tristeza se había esfumado de repente, esos ojitos habían dejado de derramar lágrimas, pero permanecían estando rojos—. ¿Sabías que el Duque luchó contra los enemigos y liberó nuestro imperio de las fuerzas oscuros?, ¿Sabías que también él fue reconocido como un gran estratega en el campo de batalla?; dicen que cuando usa su espada, no hay enemigo que quede en pie para relatar los sucesos del enfrentamiento en contra suya.

—¿De dónde aprendiste todo eso?

—Lo leí. —respondió a la duda de su madre—. La gran biblioteca esta llena de grandes relatos del Duque. Leí todos ellos, sin exceptuar uno. —confesó. Cuando dijo la palabra 'todos' alargó la sílaba 'o' del principio, hizo que su relato fuese tan tierno.

—¿Relatos? —liberó unas ligeras risitas—. Ya comprendo todo, mi querido hijo admira al Duque. ¿Acaso piensas que es una figura paterna?

Detuvo sus saltitos en la cama repentinamente. Sus mejillas se tornaron rojas.

—Max dice que es un cascarrabias. —eso era cierto, a Lucy le dio tanta gracia el oír eso—. Y también dice que no tiene mucha paciencia, que es un gruñón por las mañanas y que pasa poco tiempo fuera de su casa.

—Sí. Él siempre fue así. —sonó demasiado melancólica, demasiado para su gusto. Le cuesta tanto aún poder dejar de hacer eso siempre que habla de él o escucha de él.

—¿Siempre? —reaccionó, casi como si una piedra la hubiera golpeado en la cabeza. Su hijo tenía esa expresión tan adorable. Su cabeza estaba ladeada y tenía esos ojos de confusión—. ¿Conoces al Duque, mamá?

—Bueno... —¿cómo poder esquivar todo esto?, había cometido un error grande— se puede decir que éramos amigos cuando teníamos tu edad. No éramos tan cercanos, pero siempre jugábamos al escondite en el jardín juntos.

—¡¿Cómo era el Duque cuando era niño?! —preguntó de repente.
Lucyphella deseaba dejar de hablar ya.

—Es tarde. —excusó—. Los niños buenos tienes que ir a dormir ya. Mañana será un día muy complicado.

—Pero aún no me respondes la pregunta.

Suspiró en derrota ante esa persistencia del menor.

—Era... —pensó con mucha calma, tratando de hallar las palabras que serían las indicadas para describir a Regis cuando era un niño. ¿Qué podría definirlo bien y con exactitud?— algo tímido. Pasaba demasiado tiempo en la biblioteca. Usaba siempre un suéter de color azul oscuro, era algo común de parte de él. También era antisocial. Quizás la única persona que deseaba estar a su lado era yo.

—¿Por qué?

Al instante sus mejillas se habían teñido del color rosado.

—Porque... —hasta pudo sentir el calor abrasador de sus mejillas— me parecía interesante.

—¿Interesante? —el menor empezó a reír—. ¿Qué tendría de interesante un nerd?

—Oye jovencito, no hables de esa forma. —retó al menos sin poder no soltar sus propias risitas. Tal vez padre e hijo eran distintos en ciertos puntos. Mientras Regis fue un niño retraído de los demás, alguien que hallaba su diversión en la lectura y en la soledad, Adri era todo lo contrario. Odia estar solo. Es enérgico, va de aquí a allá sin tener el más mínimo cansancio.

—Que bueno que cambió. —la sonrisa en la princesa desapareció—. El Duque de ahora es grandioso. En serio deseo ser como él.

«Tal vez ese sea mi castigo. Que seas como él»

Lucy acunó a su hijo entre las sábanas. Cubrió cada parte de su cuerpo para que el frío de la noche no lo enfermera. Le brindó una pequeña pieza de canto antes de besar su frente y nariz dos veces seguida para después desearle sus dulces buenas noches.

Los ojos de Adri se cerraban al instante en el que ella soplaba y extinguida la llama de la vela.

—¿Papi? —los ojos del Duque se abrieron al oír aquella voz.
Juvelian se acercó hasta la cama de su padre—. ¿Estas despierto?

Se preguntaba ¿Qué era ese olor que desprendía su padre?. ¿Qué era eso rojo que tenía encima?. ¿Por qué él la ignoraba desde su llegada a casa?

Tal vez Regis se sentía culpable. Culpable de haber estado pensado en todo momento en su hijo bastardo y no en su hija legítima durante el conflicto. Culpable de haber deseado acabar todo para poder volver a ver aquel cabello oscuro y aquellos ojos grisáceo turquesa. La cama jamás le había parecido tan desolada. Tan grande. Sus labios jamás los habían sentido tan secos como ahora y tan lleno de humedad cuando la princesa los besó aquella vez.

Jamás había sentido la compañía de su hija tan pequeña.

¿Qué era lo que verdaderamente deseaba?, ¿A quién?

¿A Juvelian? o ¿A Adri?

𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄 𝐅𝐋𝐎𝐘𝐄𝐍 . ¡Father, I don't want to get married!✓Where stories live. Discover now