── 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 › 0 0 3

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La muerte parecía estar rondando el lugar.
Pasó un año luego del fallecimiento de la Duquesa, ahora la Reina había abandonado este mundo.

—Adri, quedate unos minutos con Max— el pequeño príncipe estaba desconsolado, lloraba sin siquiera tener pena teniendo a muchos adultos en frente suyo.
Lucyphella ingresó a la habitación, tocaba ahora que la familia real se despidiera de la mujer antes de iniciar con los cortejos funerarios.

Maximiliam fue el último que vio el brillo en la mirada de su madre. La vio morir. La vio perecer.
Adri no podía entender eso, él aún no sabía lo que era ver a la muerte de tan cerca.

—Max— trató de tocar la mano de su primo pero él se la alejó con rapidez —¿Quieres ir a jugar?— propuso, los juegos siempre hicieron de su primito feliz ¿por qué está vez no? —Podemos jugar en mi habitación, te prestaré mi dragón, el que no te quise prestar. ¿Recuerdas?— silencio, puro silencio de parte del más pequeño. ¿No había nada que pudiera hacerlo feliz ahora? —Max-...

—¡Ya callate!— gritó de repente. Eso fue doloroso; para Adri, quien está tan acostumbrado a tener a un Maximiliam tan feliz y tan amable era difícil tener esa mirada suya encima —¡Déjame sólo!, ¡Quiero estar sólo!— empujó al mayor para alejarlo de su camino. Hecho a correr, lejos de allí. Ya no quería que nadie lo viera.

Intentó ir detrás de él, Helena lo detuvo al instante sujetandolo del brazo.

—Déjelo estar en paz— la castaña siempre era amorosa con todos, incluyendo al príncipe Maximiliam, pero esa actitud de hace instantes con el siguiente de la línea del trono fue demasiado irrespetuosa —Usted aguarde aquí a que su alteza salga.

—¿Por qué Max esta así?— indagó.
La dama de honor tomó ambas mejillas del príncipe de ojos plateados. Sus propios ojos presentaban signos de haber llorado –estando tan cerca de ella–

—Porque es un niño— abrazó al menor con fuerzas. Fue un error de parte del más pequeño hacerle eso a su primo mayor, pero ¿qué niño puede aceptar el que su madre halla muerto? El hijo de la princesa sufrirá un destino peor, ella lo sabe bien.

—Quiero ir con Max— dijo luego de haber acabado el abrazo. La dama acarició una vez más la mejilla del menor, despistó un beso en su frente y prosiguió a cargarlo en sus brazos —Helena, ¿Por qué todos están así de repente?

—Cuando una persona muere, suele dejar mucho dolor en su camino— explicó mientras tomaba asiento sobre una silla frente al lugar donde antes fue la habitación de la reina; la atmósfera penumbrosa sofocaba al príncipe Adri, era ese mismo sentimiento de incomodidad que sintió en el ducado —La madre del príncipe Maximiliam se ha ido.

—¿Lo hizo para siempre?

—Así es— contestó.

—¿También la esposa del Duque se fue para siempre?— la pregunta del menor fue sorpresiva para ella; la puerta se abrió de repente tomando a ambos desprevenidos, los brillantes ojos de un tono plateado –no, quizás azul– hicieron que Helena se congelara ante los nervios.

—Gran Duque...— se paró de la silla con el Príncipe en brazos y reverenció a su persona con algo de rigidez —Es un honor estar en frente del Gran Duque de Floyen— oyó decir de la dama de honor de su madre con un tono cubierto de torpeza.

Adri jamás entendería qué es lo que ese hombre tenía para poner a todos tan asustados y nerviosos. ¿Infundia temor con esa presencia angelical?

—Tu señora aguarda— pero su voz no era angelical como lo era su rostro. Su tono grave era algo intimidante —Será mejor que entres a ayudarla.

Ingresaría a la alcoba al instante si no fuera que el brazo de él la obstruyera de repente.

—Deja a su Alteza Imperial aquí— aconsejó. Helena abrazó al pequeño príncipe con fuerzas –sin hacerlo sentir incómodo, claro está– para poder dejarle en claro a aquel hombre que no cumpliría con lo aconsejado —Puede ser duro para él... Verla en ese estado.

—Su Alteza Imperial— llamó la atención del menor —Vaya hasta la sala, quédese allí. Iremos a recogerlo yo y su madre cuando acabemos con algo importante.

—¿Puedo quedarme con él?— señaló a Regis, él mostró sorpresa ante esa pregunta hecha por el menor.

—El Duque tiene asuntos importantes que hacer— una sola mirada cubierta de odio hacía el sujeto bastó para hacer que esté se marchará —Usted vaya a donde le indique, ¿De acuerdo?

Asintió a la pregunta de Helena y una vez bajó de los brazos de la dama de honor fue de inmediato hasta el salón principal.

Subirse a ese sofá siempre fue difícil para él, ¿algún día crecería?, ansiaba con ser alguien alto, tal vez alguien parecido al Duque. ¿Por qué no? él parecía ser muy respetado por todos, temido y alabado, ¿no lo hace un héroe entonces?

—Manténgase alejado del príncipe— oyó una voz suave, lejana y poco entendible. ¿Era Helena?
Se acercó hasta la puerta para abrirla con cuidado y divisar a la dama de honor de su madre estar en frente del Duque Floyen —¿Qué hace aquí?— la voz sonaba más fuerte, tal vez porque ahora la distancia era un poco más corta —¿Se dirigía hacía su alteza?, no puedo creer que sea tan desvergonzado.

¿Era una reprimenda?

—Tan solo deseaba-...

—¿Qué es lo que deseaba?— irrumpió estrepitosamente lo que él trataba de decir —¿Charlar con el príncipe como si nada ocurriera?, no me haga reír; usted y yo sabemos muy bien lo que pretende. Aléjese del príncipe Adri, del mismo modo que lo hizo desde un principio.

¿Desde un principio?

—¿Por qué?— se preguntaba el menor.

𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄 𝐅𝐋𝐎𝐘𝐄𝐍 . ¡Father, I don't want to get married!✓Where stories live. Discover now