── 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 › 0 0 4

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—Quiero ser un espadachín— confesó durante la cena de aquel momento.
La princesa imperial, hermana menor del actual emperador, miró al príncipe heredero con reproche en su mirada. Era su madre, ella lo dio a luz, sabía que decir eso en medio de la cena era una estrategia planeada por el infante para obtener lo que quería de él.

—¿Un espadachín?— Eilo parecía estar divirtiéndose con el drama en frente suyo; la expresión de su hermana era divertida, él y todos en ese palacio sabían del odio que Lucyphella tenía a las espadas —¿De dónde te ha nacido ese interés, sobrino?

—La otra vez vi al Duque entrenar junto a la guardia real— sus ojos brillaban de la emoción. Fue increíble haber visto el entrenamiento de manera incógnita –y no tan incógnita–; ver a Regis darles una paliza a todos los cadetes eh ingresantes fue muy grandioso, su interés por la espada incrementó más, su interés por él también lo hizo —También quiero hacer lo mismo que él hace, por favor, su majestad— suplicó al principal de familia real. Eilo miró a Lucyphella, la expresión de su hermanita era un claro reproche, «Niegate» eso es lo que decía su filosa mirada.

—Ya veo— soltó unas cuantas risas. Acarició el cabello negro del menor y dijo: —Soy el Emperador de todo este imperio, pero también soy tu tío. No soy capaz de impedirte el que cumplas tus sueños, Adri.

—¿Eso significa que le da su permiso, majestad?— indagó la reina.

—Él obtiene mi permiso— por supuesto que Lucyphella nunca debería de esperar algo de parte de ese hombre, siempre fue así —Vuélvete en un hombre fuerte, Adri. De ese modo podrás ser más grande que el mismo Duque Floyen.

Lo haré. Juro que me convertiré en el hombre más fuerte del imperio.

Las espadas de madera sería lo primero que él tendría en manos. Con el pasar del tiempo y su mejora en la técnica y método de espada podría tener una verdadera finalmente. Tendría que conformarse con esto –por el momento–

Su entrenador era un hombre con experiencia, el propio emperador le brindó este maestro.

Sir Bennet era alguien cercano a la familia imperial, un "amigo de guerra" –según las palabras de su tío–; un hombre con una clara enfermedad de poca paciencia que era delatada ante esa cara sería eh inexpresiva.

—Así no— detuvo sus movimientos. El pelirrojo tomó las manos del príncipe eh hizo los movimientos correctos para la técnica que le estaba enseñando —Hágalo con calma, no golpee de manera bruca el aire, Alteza Imperial— asintió sin mediar palabra. Copio las acciones, el asentamiento de cabeza de su maestro le aseguró que estaba haciendo bien las cosas asique continuó con lo mismo.

Pasaron alrededor de tres horas. Sir Bennet ordenó que descansará unos cuantos minutos antes de continuar.

—Diez minutos— serían diez minutos de descanso para el Príncipe, eran diez minutos muy generosos por parte de su maestro que se sentía agradecido.

Era su primera clase pero ya la sentía su carrera entera. Inició con demasiada brusquedad, para alguien que alzaba por primera vez una espada –aunque sea de madera– era complicado.

—¿Qué estas haciendo?— alzó la mirada y se halló con la de su primo menor. Max aparecía nuevamente después de tantos meses de aislamiento.

—¡Maximiliam!— abrazó al menor siendo correspondido al instante por él —Me alegra verte de nuevo, te extrañé demasiado.

—También te extrañé— su linda sonrisa era adorable.

Los ojos de Adri fueron a dar a la cintura de su primo, el frío tacto de algo hizo que su atención fuera a ella.

—¿También estas entrenando para convertirte en un espadachín?— ¿por qué no le había contado acerca de eso?; le han dicho que tener una espada de verdad es peligroso, él aún es un novato en su manejo, pero Max ya tiene una espada verdadera. Era... ¿Injusto?

—Así es— desenfundó el arma para mostrársela al más mayor. La hoja no parecía ser del todo filosa, lo comprobó pasando su dedo sobre ella. Filosa o no, no le quitaba el hecho de que era una verdadera. El mango era muy hermoso, el tono plateado y azul que ostentaba le agradaba tanto —Mi maestro me regaló esta espada ayer, dice que debo famializarme con una lo más rápido posible.

—¿Quién es tu maestro?

—El Duque Regis.

Verdaderamente era injusto.

—Deseo que mi maestro sea el Duque— la mesa de nuevo se quedó en silencio. Las miradas de su madre y de su tío eran distintos, parecían estar compartiendo el mismo sentimiento esta vez —Por favor— suplicó viendo al emperador.

—Será imposible— oyó su contestación al instante —Pondré para ti un maestro adecuando, mejor que Regis. No desesperes.

Le negaron como maestro al Duque ¿pero se lo atribuyeron a su primo sin problemas?

—Max— el menor alzó la mirada —¿Puedes llevarme algún día a ver tu entrenamiento?

—¡Sí!

𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄 𝐅𝐋𝐎𝐘𝐄𝐍 . ¡Father, I don't want to get married!✓Where stories live. Discover now