Capítulo 14: SUEÑOS, DESEOS Y ANHELOS

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Aurora

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Aurora.

Miro a las tres mujeres que salen de la empresa con sus cosas en mano. Han sido despedidas e identifico que son las mismas mujeres que hablaron en el elevador.

Aren cumplió su palabra: las despidió.

Ninguna de las tres me mira cuando pasan a mi lado y solo trago saliva con dureza mientras continúo mi camino hacia el interior de la empresa.

—Buenos días, señorita Bellerose —la recepcionista saluda y solo sonrío en su dirección.

—Buenos días —respondo sin detener mis pasos.

La sonrisa en mi rostro no se borra a medida sigo caminando hasta el elevador, los empleados en el piso me saludan dándome los buenos días haciendo que mi humor se alegre un poco.

¿Qué le cuesta a la gente ser siempre así?

Me detengo frente al elevador de Aren, las puertas se abren y me adentro a la caja de metal, de inmediato el elevador comienza a cerrarse para comenzar a subir hacia el piso presidencial.

Cuando las puertas se abren en el piso donde trabajo salgo del elevador y camino hasta mi puesto. Dejo mis cosas en mi escritorio, enciendo mi computadora y mientras este se enciende camino hasta la cafetera en donde comienzo a preparar todo para el café de mi jefe.

Mientras la cafetera se enciende escucho como las puertas del elevador se abren, pasos comienzan a resonar y sé de quién se trata: su loción inunda el piso y reconozco el andar de sus pasos.

—Buenos días, Bellerose —no me equivoco ya que la voz de Aren resuena a mis espaldas.

—Buenos días, Russell —saludo de la misma manera. Escucho como mi jefe entra a su oficina y una vez que ya tengo listo su café preparo la charola con su taza, tomo esta junto a mi libreta y camino hasta la oficina de Aren.

El castaño está de pie frente a la ventana de su oficina, me acerco dejando la charola en la pequeña mesa de centro aquí y tomo su taza mientras me acerco a él. Acepta esta mientras agradece.

Sus dedos rozan con los míos en el proceso y me es imposible evitar la corriente eléctrica que me recorre de arriba a abajo.

Aren le da un trago a su café mirando aún la ciudad de New York desde su ventanal.

—¿Haces algún ritual? —me atrevo a preguntar rompiendo el silencio.

El británico me mira, sus ojos avellana coinciden con los míos y alejo tenuemente la mirada llevando mis ojos hasta la vista que antes él admiraba.

—Durante todos estos años que llevo trabajando contigo, siempre, cuando vengo a dejarte tu café estás de pie aquí —señalo justo el punto en donde está parado ahora mismo—. Y miras la ciudad, cada mañana, a primera hora. Es lo primero que haces al poner un pie aquí.

Falsamente tuyaWhere stories live. Discover now