26. Símbolos.

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CAPÍTULO 26
Símbolos.

CAPÍTULO 26Símbolos

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VÍCTOR

Odiaba sentir que no tenía las cosas en control, mi entorno, no las personas, no era un obsesivo maestro titiritero, sino que lo mío iba con respecto a un campo.

Tenía una estrategia, un mapa abierto frente a mí y líneas trazadas, no podía saber a ciencia cierta de qué forma reaccionaría cada oponente, pero sí podía controlar el campo.

Podía tratarse de una idea infantil, lo había sido en un primer momento, pero si mantenía todo en limpio, en orden, entonces yo también estaría en eje, a cargo.

Mi padre nunca había sabido mantener las cosas así, dejaba que la mugre se acomodara en los rincones y el olor a tufo, comida podrida y vómitos rancios incendiara la casa.

Odiaba llegar de la escuela y encontrarme con esa peste, de alguna forma sentir que sus garras se clavaban en mi cuello.

Cuando él desaparecía por temporadas, usualmente luego del cobro de su pensión por invalidez, podía limpiar toda la casa, dejar las superficies brillantes, el olor a lavandina, lejía y cloro que puliera nuevamente las paredes.

Si tenía suerte eso duraba una semana, luego él entraba repartiendo su mugre, entonces solo me quedaba encerrarme en mi habitación, el lugar que siempre trataba de mantener fuera del alcance de su podredumbre.

A la larga él llegaba ahí también, a veces me esperaba luego de que saliera de la escuela, entraba confiado en que él estaría perdido de borracho en una esquina.

Entonces lo encontraba hurgando mis cosas, contaminando todo, generalmente buscando dinero o algo que vender.

Siempre se llevaba lo que quería, fuera tan estúpido o no como para quejarme, solía ganarme una paliza.

«Te crees demasiado, pero eres un pedazo de mierda igual que la zorra de tu madre».

Luego inventaba un resfriado, una gripe, lo que sea para faltar unos días sin que llegara la policía a buscarme y sin tener que ir a la escuela con esos moretones.

No quería que empezaran a hacer preguntas, porque si algo me aterraba más que las palizas de mi padre, eran las de un montón de extraños en un lugar que no conocía, que era donde terminaría si Servicios Sociales llegaba a pescarlo.

Tampoco era tan extraño, porque cuando no estaba recibiendo golpes en casa, estaba ganandolos por otro lado.

Pero esa vida se había ido, podía mantener mis cosas y mi entorno de forma inmaculada y pulcra, por eso no me gustaba el desorden, el caos, la podredumbre siempre parecía llamarlo, convocar su presencia.

Darle algún tipo de poder y quitarme las riendas.

Si es que tenía sentido.

Terminé de abotonar las mangas de mi camisa antes de bajar al bar.

Revival +18Where stories live. Discover now