30. Lealtad.

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CAPÍTULO 30.
Lealtad.

ÁNGELA

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ÁNGELA

Cuando abrí los ojos lo primero que escuché fueron las campanadas sonando en mi cabeza, por la forma en que la tarde todavía se desteñía en tonos rosados debían ser las siete.

──Víctor, reverendo hijo de puta ──Gabriel pareció ser el primero en captarlo todo.

──Amen ──coincidió Héctor──. ¿Están todos bien?

──Define bien.

Me estiré sobre la banca, mis extremidades apenas respondían, pero puse todo mi talento para ponerme de pie.

El Padre Lautaro entró a la habitación con su sotana arrastrando detrás, sus pasos haciendo eco en la Iglesia Santa Ana.

──Víctor dijo que tendrían muchas preguntas ──comenzó.

──Nos drogó para traernos aquí, para que podamos escapar mientras él lo hace con Eloíse ──lo cortó Héctor──. Lejos de las amenazas de Fausto, a él le conviene tenernos lejos, no mandará por nosotros, Víctor siempre fue su fijación especial, es el que mejor caza de los cinco y quizás de toda la Sociedad Antigua.

──Y el menos apegado a cualquier moral ──secundó Yamato, su tono sombrío y resignado mientras se abrazaba a sí misma.

──¿Dónde está él? ──exigió Gabriel, la impotencia crecía en sus ojos como los de un animal herido.

──No me dijo para que no pudieran sacarmelo bajo tortura ──dijo el sacerdote, nervioso y consciente de que era un escenario posible.

──Siempre creí que Gabriel sería el primer imbécil en querer hacerse el héroe ──comenté.

──Síganme a la azotea, sea lo que sea que decidan, no será mucho tiempo del que dispongan.

La vista de la ciudad era majestuosa desde ahí arriba, Serkás en toda su espléndida antigüedad, en todos sus ancestrales secretos

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La vista de la ciudad era majestuosa desde ahí arriba, Serkás en toda su espléndida antigüedad, en todos sus ancestrales secretos.

──¿Dónde mierda está Víctor? ──exigí otra vez, terminando con las últimas gotas de mi paciencia.

Las hélices revolvían el viento y jugaban con mi pelo de forma vertiginosa.

──¿Dónde? ──insistí.

El Padre Lautaro pasó la vista entre todos, en la chica que tambaleaba a unos pasos del grupo, en el espacio entre nosotros y el hecho de que ninguno había subido todavía al avión.

──Hay pasajes para todos, registros y pasaportes, podrán irse y empezar de nuevo, ser libres.

──Y la causa de Baer… ──comenzó Héctor.

──Para el momento en que empiece, ustedes estarán muy lejos de aquí, él se ofreció a brindarles protección de parte de la inteligencia especial una vez que el caso prospere.

──El muchacho pensó en todo ──Se asombro Héctor, casi orgulloso──. Sin embargo, me temo que no será del todo probable.

──No pueden…

──No vamos a abandonar a Víctor ──Yamato, como siempre, fue la más clara──. No me importan el Revival ni la Sociedad Antigua, pero sí ustedes cinco, y no dejaremos a ninguno fuera.

──Víctor hubiera querido… ──intentó, en vano, el Padre.

──Quizás no haya entendido bien, Padre ──Sonrió Gabriel──. Pero esta es la parte en donde nos dice cómo ayudarlo.

──La próxima vez no seremos tan pacientes ──le advertí.

El Padre pareció dudar un momento, luego alzó sus manos al cielo, como si pudiera convocar la paciencia del Señor en la Tierra.

Cuando entendió que intentar rehuir sería inútil, se mostró más cooperativo.

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