22. Tony es el jefe

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Steve estuvo media hora recluido en la habitación del laboratorio que Tony usaba para descansar. Durante ese tiempo, Tony terminó de preparar la silla blanca de estilo consultorio de dentista para Steve. Cuando el rubio salió de la habitación, hizo que el genio se quedase congelado al ver su duro cuerpo desnudo.

Steve había tomado un baño, su piel había adquirido ese tono rosáceo por permanecer demasiado tiempo bajo el agua caliente. A diferencia de otras ocasiones, abajo en su laboratorio, Steve se comportaba con más timidez. Por lo que el genio sonrió cuando su querido rubio mantuvo sus manos cubriendo su entrepierna.

—Ven aquí, querido. ¿Estás listo para mí? —le preguntó amable, estirando su mano.

Steve resopló una vez y empezó a caminar. Sus mejillas se enrojecieron más, y uno de sus mechones húmedos cayó en su frente. Lucía hermoso, Tony apenas podía resistir la necesidad de solo, acostarlo en el suelo y follarlo. La idea de bajar aquí más seguido, se volvió una necesidad imperativa para Tony.

No es como si en su habitación usual, los papeles no se invirtiesen. Steve tenía una sensibilidad divina en su trasero que Tony le gustaba aprovechar con su boca. Pero había una diferencia enorme entre solo sexo para correrse. Y lo que ocurría aquí abajo, donde Steve no tenía ni una pizca de mando. Era solo Tony, sus ideas, sus exigencias. Y Steve obedecía muy feliz.

—¿Qué vamos a hacer? —demandó Steve, deteniéndose un metro lejos de la silla y de la mano estirada de Tony.

Esa nota de recelo seguía siendo la poca cordura que quedaba en Steve por tener el control. Tony podía notarlo en la forma que apretaba sus labios, empecinado. Pero este no le dio mucha importancia. Esa terquedad, desaparecía apenas Tony hacía de las suyas.

—¿Qué vamos a hacer? Pues... —canturreó el genio, paciente—. Pensé que podíamos darle un espectáculo de los buenos a Bucky. Y para eso, necesitas cooperar conmigo. ¿No lo crees? Anda, en la silla.

Steve lo pensó por varios segundos. Tragó duro y terminó de avanzar. Se sentó sobre el frío asiento acolchado, manteniendo sus manos en sus partes íntimas. Tony lo acorraló de inmediato, parándose frente a él. Steve miró con nerviosismo la expresión seria y consternada del hombre.

—¿Estás bien?

—Sí —aceptó Steve con una vocecita débil

—¿Te bañaste cómo te pedí?

—Sí —repitió más seguro.

Tony asintió despacio, evaluando su cuerpo con una mirada. Steve siempre sentía que su corazón le saltaba extra fuerte cada vez que Tony lo miraba así. Lo hacía sentir como un objeto, y eso lo excitaba. Así que apretó más fuerte sus piernas y mantuvo sus manos sobre su erección.

—Estás algo tenso, chico —admitió Tony colocando un dedo bajo la barbilla de Steve, un par de nerviosos ojos azules lo observaron—. ¿Recuerdas lo que debes hacer si quieres que pare?

Steve asintió con fervor, recordaba muy bien su palabra de seguridad.

—Sí. Yo digo Shield, y tú paras.

—Así es —sonrió Tony, meneando sus cejas—. Porque no hay nada que pueda matar una erección como pensar en Shield, ¿no?

Steve rió con inocencia, haciendo que Tony sonriese ampliamente. El castaño sujetó su barbilla y plantó un beso en sus labios. Steve mantuvo sus ojos cerrados, esperando más besos. Era una visión tan linda que hacía que Tony sonriese como un estúpido enamorado. Definitivamente bajarían más seguido.

—Bien. ¿Estás listo, chico? —preguntó amable, acariciando el rostro de Steve— Preséntate. Anda. Déjame ver el buen trabajo que hiciste.

VIAJERO EN EL TIEMPOWhere stories live. Discover now