24. Los rechazados

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Tres días.

Esa fue la cantidad de tiempo en la que Bucky no pudo acercarse a Steve o Tony. Fue una tortura, porque ahora que sabía la forma de sus besos y lo bien que se sentía compartir la cama con ellos, hacerse a un lado fue insufrible. En especial porque le tocó fingir frente al resto que no sentía una mezcla de celos y tristeza al ver a la pareja junta.

Donde sea que estuviesen, Steve se hallaba pegado a Tony. A veces, demasiado pegado que sacaba al genio de sencillas conversaciones para que le prestase atención. Bucky simplemente miraba con ojos de anhelo la forma en que Steve se comportaba con Tony. Tan delicado y encaprichado, ansioso por besos y sonrisas que Tony le brindaba. Sí. Celos. Muchos celos.

En algún punto del segundo día, Tony debió notar con claridad lo mucho que le costaba a Bucky quedarse en el mismo lugar donde estaban ellos. Y esa noche le envió un mensaje. "Premio de consolación?" le escribió a las diez de la noche enviándole tres vídeos de más de veinte minutos de duración. "Lamento que no puedas estar aquí. Pero es muy fácil lo que tienes que hacer, ¿no lo crees?".

Bucky no respondió los mensajes. Tampoco quería ver lo que contenían esos vídeos. Pero estaba a solas, y no tenía que portarse fuerte por nadie. Abrió el primero y se acomodó en la cama mientras Steve gemía al ser penetrado por Tony. Cada estocada iba acompañada de violencia. Era hermoso...

—Hey Bucky —sonrió Tony cuando el elevador se abrió en dos y notó que el soldado llegaba solo a la sala común.

Bucky alzó la mirada, se quedó sorprendido unos instantes. Ni siquiera dijo nada, no salió de elevador, no pudo cerrar su boca y tampoco apartó la mirada del genio cuando este entró a la cabina y empezaron a descender al primer piso.

—¿Dónde está? —demandó Bucky, nervioso de ver a Tony solo.

—¿Qué?

—¿Dónde está Steve?

Los ojos de Tony brillaron con claridad.

—¡Oh! Él está en el gimnasio, está haciendo tiempo para ir por Harley al colegio y poder pasar la tarde juntos. Creo que irán a un juego de los Mets. Si quieres ir, deberías preguntarle a Steve si está bien que los acompañes.

—Entonces... tú... y... él... ¿ustedes? ¿Ya no? ¿Acaso ya? —balbuceó el soldado, sin poder armar una frase completa.

Tony rió divertido, asintiendo con la cabeza.

—Sí, Bucky. Steve ya está bien ahora.

Fueron las mejores noticias que pudo recibir. Bucky ni siquiera lo pensó, se abalanzó sobre Tony acorralándolo contra la pared de espejo. Sujetó la barbilla del castaño y lo besó como un hombre sediento en un desierto. Tony gimió, apoyó sus manos en los anchos hombros del soldado y empezó a empujarlo para distanciarlo de su cuerpo.

Ese rechazo hizo que Bucky se alejase como si los labios de Tony acabasen de quemarlo. Se sintió dolido, como si una maldita sierra le cercenase el corazón a la mitad. Era muy tarde, pensó abrumado, era muy tarde para él.

—Bucky el elevador es público, no podemos hacer esto aquí —le recordó Tony arreglándose el saco—. Alguien puede aparecer y...

Bucky le frunció el ceño.

—¿Y desde cuándo te importa eso?

—Desde que tú lo propusiste, ¿recuerdas? —respondió el genio, mirándolo con obviedad—. No sé cuáles son tus tontas razones para mantener esto en secreto...

—No son tontas razones. Lo hago por ti. Por Steve. Por Harley...

Tony bufó cortando su excusa barata.

VIAJERO EN EL TIEMPOWhere stories live. Discover now