28. Receta del Caos I

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A las siete y media de la mañana, Steve sintió que ya no podía seguir durmiendo cubierto de tanto semen seco. Empezaba a picar. Se desperezó entre las sábanas y se dirigió al baño. Después de una reparadora ducha que le regresó el ánimo de ir al gimnasio, el rubio se limitó a ponerse un chándal y una sudadera gris con los logos de SHIELD. Antes de irse, se limitó a morderse los labios evitando reírse de los dos castaños que ahora tenían las piernas y brazos enredados en el otro, todavía dormidos.

Steve se acercó a la cama, dejó un beso frío en la mejilla caliente de Bucky, y otro en la frente de Tony. No quiso despertarlos, él sabía que Tony no era muy madrugador que digamos. Y recordaba claramente, que el Bucky que conoció antes de la guerra, tampoco le agradaba despertarse temprano. El rubio sacudió su cabeza mientras salía de la recamara, no podía creer que amaba con locura a dos perezosos castaños...

Steve llegó al gimnasio justo a tiempo para unirse al entrenamiento de Sam, Rhodey y Clint, que próximamente tendrían que salir de misión en equipo y necesitaban tener una buena coordinación entre ellos. Y qué mejor oponente para enfrentarse y mejorar sus habilidades, que el mismo capitán América contra los tres.

Los tres Vengadores dieron todo de ellos para tratar de vencer a Steve en combate cuerpo a cuerpo, y luego detenerlo uno a uno. Apenas hicieron usar al rubio, pero después de dos horas, fue el mismo capitán quien se dio por satisfecho al saber que ellos se comunicaban mejor para atacarlo por turnos que al principio.

Steve los acompañó a las regaderas del gimnasio. Se sentó en la banca de madera frente a su casillero, y empezó a quitarse sus tenis mientras Sam parloteaba sobre el juego de anoche. Clint solo sacudía su cabeza, desvistiéndose un par de casilleros más lejos de Steve. Y Rhodey seguía sentado, bebiendo agua y rebatiendo los locos comentarios de Sam.

—Fue un buen juego, Sam. Los Mets fueron mejores. Tienes que aprender a perder —zanjó Steve, se puso en pie dándole la espalda a sus amigos para quitarse la sudadera gris de SHIELD por primera vez.

—¡Cierra el...! —empezó Sam, que se calló abruptamente apenas notó las marcas en la espalda ancha del rubio— ¡Steve! ¡¿Qué diablos te pasó?! ¡Joder! ¡Mira esa jodida mordida! ¡¿Ahora peleas con zombies?!

Steve se congeló. ¡Joder! Se le había olvidado revisar lo que Bucky había hecho en la madrugada. Él sabía que el castaño lo había mordido a su antojo. Pero en la mañana estaba más emocionado por llegar al gimnasio que por fijarse en el espejo. Ahora sabía que había sido un error. Un grave error cuando escuchó a Rhodey.

—Vieeejo... —canturreó Rhodey, mirándolo con espanto— Pensé que estabas de vacaciones. ¡¿Acaso peleas con animales salvajes en la noche?! O ¿Sam tiene razón y hay un brote de zombies que no sabemos?

—¡Chicos! ¡No es nada! ¡No es para alarmarse!

Pero su voz, una octava más arriba, sonaba como si él estuviese demasiado alarmado. Apenas se giró, escuchó a Clint riéndose. Miró con reproche al otro rubio que no tenía escrúpulos para no reírse en su propia cara.

—¡Oh Dios! —se carcajeó el arquero— Casi creí que los vampiros existían, Steve.

—¡¿De qué diablos hablas?! ¡¿Cómo que casi?! ¡Qué no ves que esa también es una buena teoría!

Las palabras de Sam hicieron que Clint se carcajease más fuerte, sujetándose el desnudo abdomen.

—¡Qué es tan gracioso, hombre! —se quejó Rhodey, sin entender el chiste.

Clint se limpió una falsa lágrima de la comisura de su ojo antes de respirar hondo e intentar calmar su risa.

—Lo divertido es, que Steve no está peleando con zombies, animales salvajes o vampiros... sino que debe estar durmiendo con uno de ellos —les aclaró el arquero, riéndose de nuevo.

Steve se sonrojó. Sintió que su cuello y sus orejas se enrojecían sobremanera. Y la mirada de espanto en Rhodey y Sam, mudó por cejas alzadas e inquisitivos ojos. Steve tragó duro...

*********

Tony fue el primero en removerse entre las sábanas, casi diez minutos después que Steve se marchase. Bucky lo tenía abrazado entre sus fuertes brazos, se sentía seguro y tan cómodo que no quería despertarse. Pero recordó que le había prometido a Pepper acompañarle al médico antes de cumplir la apretada agenda que tenía para hoy.

Tony suspiró con pesadez, agotado de solo pensar en el tedioso día que le aguardaba.

—Me alegro tanto que no te guste madrugar como Steve —masculló Tony contra el pecho caliente de Bucky. Mantuvo sus ojos cerrados, perezosamente cómodo encima del soldado.

Bucky gruñó haciendo que Tony sonriese al escucharlo con su oreja pegada al duro pecho del hombre.

—Madrugar nunca ha sido lo mío, si te soy honesto... —balbuceó en medio de un bostezo.

Tony dejó un beso en el pectoral del soldado.

—Qué bueno. No me gusta quedarme solito por las mañanas... ¿Por qué no duermes con nosotros de ahora en adelante, Bucky-boo? —murmuró el genio, haciendo un puchero.

—Puede que lo haga.

La simple respuesta hizo que Tony alzase la cabeza, ahora estaba más despierto que nunca. Aunque Bucky permaneció con sus ojos cerrados, tratando de conservar la pereza de la mañana con él, fue algo imposible con Tony trepando completamente sobre él, su rostro oscilando a centímetros del suyo.

—¿De verdad dormirás aquí? Porque adoro tenerte aquí. Es más... me sorprendió que te quedases a dormir anoche. Pero no podía decírtelo, mi cerebro estaba demasiado derretido... —confesó Tony hablando rápido y entusiasmado.

Bucky gruñó de nuevo, antes de sujetar a Tony y rodar en la cama para dejarlo debajo de él.

—¿Quieres que también te lo derrita esta mañana? —le preguntó fanfarrón.

—¡Bucky! —se rió Tony—. ¡Tú no tienes un alto! Escuché a Steve gimiendo en la madrugada, y sé que fuiste tú.

Bucky alzó la cabeza, dejando de lamer el cuello de Tony.

—¿Por qué no dijiste nada, dulzura? Te habría hecho parte de nuestra pequeña fiesta.

Tony rodó sus ojos.

—Nah, estaba muy cansado para seguirles el ritmo. Pero me gustó lo rudo que lo follaste. A él pareció gustarle.

Tony se había despertado por solo unos segundos, sus ojos se acostumbraron a la oscuridad para notar a Steve acostado boca abajo en la cama, con el rostro hundido en la almohada para acallar sus gemidos mientras Bucky lo penetraba con una brutalidad que Tony había conocido parte de ella esa misma noche.

—No creo que él sea al único al que le gusta como follo —canturreó Bucky, meneando sus cejas hacia Tony.

El genio rió entre dientes. Dejó que Bucky siguiese besando su cuello, sus mejillas, sus labios. De la nada sintió al soldado tratando de separarle las piernas, pero Tony sabía que su trasero necesitaba más tiempo de recuperación antes de dejarse follar de nuevo. Rompió el beso de Bucky, sujetándole las mejillas para llamar su atención.

—Así que... ¿Puedo saber qué te hizo quedarte anoche con nosotros? —preguntó Tony curioso.

Bucky alzó sus cejas, pensándolo un segundo, antes de responder.

—Pues... hay una araña en mi cama. No podía dormir ahí.

—¿Qué? —rió Tony— ¿Les tienes miedo a las arañas?

Bucky se encogió de hombros.

—A esta no le pude decir que no, Tony. Por cierto, voy a necesitar tu ayuda respecto a eso.

—Bucky —dijo Tony, serio y frunciendo su ceño—. Soy un genio, billonario, filántropo y play-boy. No soy exterminador de plagas.

—Déjame explicarte, dulzura... —sonrió Bucky.



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