11. Bucky en el presente

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Bucky analizó su situación mientras el agua de la regadera caía sobre su piel. En resumen, ignoró la oportunidad de volver a construir lo que tenía con Steve por salvar la vida de un hombre al que apenas conoció y lo quiso muerto. En un solo encuentro se enamoró del Tony del pasado antes de regresar a su nueva realidad, donde él y Steve eran pareja.

La soledad nunca dolió tanto. Pensó aburrido, echando su cabeza hacia atrás para que el agua tibia cayera en su rostro...

Tony había conseguido ropa del armario de Steve y también del de Sam. Eran los únicos dos con torsos tan amplios como Bucky. Una vez salió de la regadera, tomó el primer vestuario que tocaron sus dedos.

A él no le molestaba usar ropa de alguien más, pero el hecho que Tony haya traído ropa interior nueva, fue un alivio. Bucky era quisquilloso con sus bóxeres, al único que le permitió prestarle un par, fue a Steve, en el ejército, y todo porque sus compañeros Aulladores le habían hecho una jugarreta escondiendo su preciada ropa interior por dos días. Poco tiempo después, se enteró que fue el mismo Steve quien sugirió la broma, y todo para que Bucky anduviese su bóxer.

El solo recuerdo hizo que su corazón se estrujase. Se sentía agradecido de poseer sus viejas memorias como cualquier persona normal, y a la vez le dolía rememorar los buenos tiempos con Steve, los que dejó de lado para salvar a Tony...

Bucky sacudió su cabeza, dejando sus tormentosos pensamientos atrás. Abrió la puerta del cuarto de baño, encontrándose al millonario a centímetros de distancia, evaluándolo con sus ávidos ojos miel.

—Bueno, eso no luce mal en ti, pero definitivamente necesitas ropa propia, Barnes.

Su cabello seguía medio húmedo, peinado hacia atrás, rozando su nuca. Notó la maquinilla para afeitarse sobre el lavabo, pero Bucky prefirió conservar su barba de tres días. Al menos hasta saber qué haría de su vida. La camisa gris con la imagen desteñida de Betty Boop le quedaba justo al cuerpo, por lo que la tela rozaba con ahínco las cicatrices en su espalda. Los pantalones negros de chándal le quedaban justo a la medida, quizás un poco apretados de la entrepierna.

Tony le mostró un par de tenis y calcetines que Bucky tomó con alivio. Regresó a la cama al otro extremo de la habitación, perseguido por el millonario como un gatito curioso a sus espaldas.

—¿Puedo preguntarte algo? No quiero ser muy intrusivo ni eso, pero es que... necesito saberlo —parloteó Stark—. ¿Ese cojeo en tu pierna? ¿Es nuevo o también es una vieja lesión?

Bucky se sentó a orillas del catre, estirando sus piernas sin ninguna mueca de dolor. En realidad, no quería hacer ninguna, aunque su rodilla derecha estuviese matándolo.

—Es vieja —aceptó tranquilo, tomando un calcetín antes de subir el talón izquierdo al borde del catre—. Según lo que entendí, mi tibia dislocó mi rótula y friccionó mi fémur en un solo jodido movimiento.

—¡¿Quién fue el bastardo que te hizo eso?!

Bucky se tragó su sonrisa, había sido él mismo. Apenas cayeron por aquella pendiente se había lanzado como jugador de futbol americano tacleándose hasta derribarse. Una roca y su propio peso habían provocado la mala postura de sus huesos. Y ahora podía asegurar sus propias palabras, mierda, sí que dolía ahora.

—Es... complicado de explicar —aceptó Bucky, mientras amarraba los cordones de su zapato izquierdo.

Tony bufó incansables veces. El hombre estaba que ardía en llamas del coraje.

—Y supongo que no debo preguntar si Hydra te ayudó a reparar tu pierna, ¿no es así? Claro que no te ayudaron, ¿por qué siquiera me hago ilusiones? malditos imbéciles...

VIAJERO EN EL TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora