14

4.2K 740 466
                                    

El gran día llegó y con el la algarabía inundó la residencia Cambridge que desde la muerte de la antigua duquesa no había vuelto a ser la sede de una velada. Siguiendo el protocolo Susan se dedicó a recibir y saludar a sus invitados en compañía de su esposo.

Benedicth trataba de ser lo más franco y breve con sus repuestas por lo que sus pláticas duraban apenas unos segundos, los cuales su esposa trataba de alargar sin mucho éxito.

—No se moleste en recibirlos milord, ya lo hago yo.—refunfuñó la dama al ver cómo despachaba a su quinta pareja con un escueto asentimiento de cabeza.

—Le advertí que era una mala idea.—replicó el marqués con una mueca.—Pero como siempre hizo lo que quiso.

—Si no desea estar aquí, puede retirarse.—masculló Susan decidida a no dejar que ese hombre le arruinara la velada.

—¿Lo dice enserio o solo es una más de sus ironías?

—Ya saludo a la mayoría de los invitados, incluyendo a mis padres si se va ahora nadie se lo reprochará, milord.

—Conozco a alguien que sí.—Benedicth miró de reojo a su abuela quien se encontraba conversando con unas jovencitas en una esquina del salón.

Susan siguió su mirada y esbozó una sonrisa triste.

—No se preocupe, yo misma le explicaré a Lady Mery que se sintió indispuesto y tuvo que retirarse

—Eso sería muy considerado de su parte.—arqueó una ceja.

—Acepte mi propuesta entonces.

—Está bien, pero que quede constancia que fue su idea.

—Y nadie lo niega.—contestó segundos antes de que el mayordomo anunciará la llegada del vizconde de Rosemont.

—Nos vemos, querida.—le susurró en el oído y luego desapareció por un pasillo.

Hasta nunca, pensó ella regresando su atención a su invitado.

—Que gusto verla, milady.

—Lord Dubois.—extendió su mano para que la besará y sonrió cuando lo hizo.

—Espero que esta vez si me conceda un baile.

—Puede elegir el que guste.—le extendió su cartilla.

—¿Incluso el vals?—la miró con picardía.

—Incluso el vals.—contestó ella cubriendo la mitad de su rostro con su abanico en un gesto de falsa modestia.

Si era honesta desde la velada de los Lancaster a Susan le había quedado la espinita de compartir una pieza con el  vizconde, no importaba cuál fuera.

—Bien.—anotó su nombre y le devolvió la cartilla.

—Mientras aguardamos le parece acompañarme a la mesa de bocadillos, quiero un poco de limonada.

—Serán dos limonadas entonces.—él siguió sus pasos en una perfecta sincronía como si hubiesen caminado juntos toda una vida.

—Me alegra que haya podido venir.

—Le prometí que lo haría y aquí estoy.—le entregó su vaso y juntos se dedicaron a observar a los grupitos de nobles que charlaban entre ellos.—Tengo que reconocer que tiene un excelente gusto a la hora de decorar y elegir aperitivos.

—Recibí un poco de ayuda de Lady Mery, pero he de admitir que me esforcé mucho para que todo saliera según lo planeado.—tomó un pequeño trago de su bebida.

—¿Y su esposo?

—Benedicth sintió mal y tuvo que retirarse.

—Es una pena, espero que se recupere.

Un Amor AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora