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La habitación estaba completamente a oscuras cuando Victor se coló por la ventana, tomó el arma escondida debajo de la almohada y luego sin prisas despertó a su víctima.

El hombre se sentó de un salto con la mano metida en su escondrijo.

—¿Buscabas esto?—le mostró la pistola.

—Ha pasado tiempo, Victor.—le regaló una sonrisa.

—El suficiente Jack.

—¿Viniste aquí por negocios?

—Mi nueva jefa te envía saludos.

—¿Jefa? ¿Trabajas para una mujer?

—Sí.—sacó su pistola y disparó. Él asesino esquivó la bala que iba dirigida a su cabeza y terminó en su hombro.

—¿En serio creíste que sería tan fácil?—se llevó la mano a la herida y saltó de la cama empujando las cobijas hacia él. Aprovechando el descuido Jack quiso ir por su otra arma, pero un disparo proveniente de la ventana inmovilizó su brazo derecho.—¡Maldita sea!

—Sabía que sería difícil y por eso la traje conmigo.—Victor señaló a su cómplice antes de repetir el disparo y terminar con el trabajo.—Bien hecho, Lauren.

La mujer tragó con fuerza y se acercó al cadáver.

—Yo...¿lo asesine?—tartamudeó.

—En realidad fuí yo, pero tu disparo contribuyó a la causa.

—Yo-o-o—seguía tartamudeando.

—Es hora de irnos.—la tomó del brazo y la arrastró de nuevo hacia la ventana por la que juntos escaparon. No tenían tiempo que perder.

—Es mi primera vez.—admitió mientras corrían de regreso a sus caballos.

—Extraña confesión viniendo de una cortesana.—bromeó.

—Idiota.

—Lo hiciste bien para ser tu primera vez.—le concedió algo de crédito.

—¿Por qué me trajiste?—se subieron en sus monturas de un solo salto.

—¿Acaso no escuchaste a Jack? No era alguien fácil de matar.

—Lo digo enserio.

Ambos caballos galopaban a la par. Era una noche fría y solitaria.

—Te traje porque es algo que Raphael hubiese querido.—se encogió de hombros.—Él siempre vió potencial en tí.

—¿Potencial? ¿Qué significa exactamente eso?—frunció el ceño.—Yo solo le dí dolores de cabeza. Estoy segura que en el fondo me odiaba.

—Todos tenemos derecho a equivocarnos, no seas tan dura contigo misma.

—¿Dura?...Solo estoy siendo realista. En unos años mi belleza se marchitará y los hombres olvidarán que existo.—negó.—Sin mi apariencia no soy más útil que una piedra.

—Pero una piedra preciosa.—esbozó una sonrisa.—Como un rubí o un diamante.

—¿Diamante?—bufó—Si quieres follar solo dilo.

—¿Follar? ¿Por qué las mujeres solo piensan en eso?—fingió sentirse ofendido.—Y luego se quejan de nosotros.

—No me gustan los rodeos—la mujer estaba a la defensiva.

—Si quisiera follar el lugar menos apropiado para hacerlo es la escena de un crímen.

Eso la relajó un poco.

Un Amor AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora