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Susan descendió las escaleras acompañada de su doncella, quién la sujetaba del brazo con fuerza.

—Milady más despacio.—advirtió la joven con los nervios a flor de piel. Su patrona había estado enferma desde hace una semana y aunque lo peor ya había pasado no era recomendable que se levantará de la cama de esa forma.

—No es agradable dejar esperando a un invitado.

—Pero milady...—se quejó Penny cuando al pisar el vestíbulo su señora se soltó de su agarre y se acercó al caballero con una gran sonrisa.

—Me alegro que esté aquí Lord Rosemont.

—Vine en cuanto supe que estaba enferma.—le mostró la carta que aún sostenía en sus manos.—¿No debería estar en cama?

—Ya me siento mejor, solo fue un resfriado, pero le agradezco que haya decido venir, milord.

—Es bueno oírlo.—Bastian miró de reojo a la pobre doncella que luchaba por no arrastrar a su señorita de regreso a sus aposentos y se apiadó de ella.—Aún así debería volver a descansar.

—Me siento mejor, así que...

—Pienso quedarme un par de días en el pueblo, el tiempo suficiente para que podamos platicar y pasear sin reparo.

—Está bien.—accedió Susan algo avergonzada al reparar en su vestuario y lo poco apropiado que era presentarse con bata frente a un caballero.

—Nos vemos mañana, milady.—depositó un beso en su mano y regresó sobre sus pasos en busca de una posada donde pasar la noche.

***

Como todos los viernes Benedicth se reunió en Hyde Park con varios caballeros, quienes parecían igual de curiosos por saber el motivo de la ausencia del señor Stone.

—Dicen que ya no publicará más...—opinó el más viejo de ellos.

—A mí me contaron que enfermó.

—Tal vez se quedó sin ideas.

—O encontró finalmente el amor.

Los hombres estallaron en carcajadas de solo imaginarlo. Stone se caracterizaba por su melancolía y la sutil ironía que impregnaba cada una de sus obras. Eso era lo atractivo de su poesía, que sus reproches y dolor eran genuinos y no impostados.

Un hombre seducido por el amor jamás conseguiría tal hazaña.

—Todo es posible.—opinó Benedicth llamando la atención de los presentes.—Tendremos que esperar a la siguiente semana para dar un veredicto.

Todos estuvieron de acuerdo y la reunión finalizó sin apenas comentarios de su parte. Era evidente que por mucho esfuerzo que pusieran en revisar a otros autores, la ausencia de Stone era innegable y el principal tema de conversación ese día.

Al finalizar Benedicth retornó a su residencia, dónde su mayordomo le informó que su padre tenía una invitada. Un escalofrío le recorrió la espalda al oírlo y sin pensárselo mucho irrumpió en el salón gris.

No era la cortesana, sino una mujer mucho más joven que estaba de espaldas a él.

—¿Benedicth? Veo que ya estás devuelta.—el duque no parecía estar con ánimos de discutir, así que hizo caso omiso a su intrusión.

—Así es.—miró de reojo a la dama.—Y veo que tienes compañía.

—Te presentó a la señorita Elise Volsano.

La dama se puso de pie y se giró a verlo.

—Un gusto conocerlo milord.—le extendió su mano enguantada para que la besará. Él lo hizo aunque sin despegar su atención de su rostro.

Un Amor AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora