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Elise acababa de terminar su última reunión de la noche y se disponía a regresar a su habitación cuando fue interceptada por la duquesa viuda de Cambridge.

La anciana se encontraba a un palmo de distancia de ella acompañada de dos de sus sirvientes. Ambos se mantenían en silencio mientras con su cuerpo cubrían todas las salidas. No podía ni subir por la escalera o tomar otro pasillo sin antes luchar por apartarlos de su camino.

—¿En qué la puedo ayudar su excelencia?

—Necesitamos hablar.

Elise fingió revisar su reloj de bolsillo.

—Es un poco tarde Lady Mery...¿Podríamos pactar una reunión en la mañana?

—Será hoy.—insistió la anciana.—No nos engañemos señorita, ambas sabemos que la noches son más productivas que las mañanas.—dicho esto se giró y empezó a andar en dirección al despacho principal de la residencia. Los sirvientes le hicieron señales para que los siguiera y ella así lo hizo.

Al ingresar los caballeros se quedaron afuera dejándolas solas. La duquesa, como era de esperarse se sentó detrás de gran escritorio de caoba que era propiedad del duque de York.

—¿Alguna vez le han dicho que es idéntica a su madre?—la anciana la analizo de arriba a bajo con su fría mirada.

Elise asintió.

—Cada vez que la veo es como si retrocediera más de veinte años en el tiempo.—le hizo una señal para que se sentará.—Esperó que su belleza no sea lo único que heredó de Margareth.

—Pronto lo averiguara.

—Bien.—hizo una pausa.—Antes que nada quiero confesarle que de entre todas las personas (hombres y mujeres) con las que alguna vez tuve el agrado de enfrentarme su madre fue la mejor de mis oponentes por diferencia.—tamborileó sus huesudos dedos en la mesa.—Y a pesar de mi aplastante victoria debo reconocer que Margareth me desafió con carácter y no actuó de forma pusilánime y tonta como lo hizo mi nuera, Pierina.

—Y aún así usted la eligió a ella sobre la mujer que estuvo dispuesta a sacrificarlo todo por su hijo.

—Error de cálculo.

—¿En todo caso porqué me dice todo esto a mí?—Elise frunció el ceño.

—Porque quiero que comprenda mi fascinación al conocerla. Nunca nos presentaron y tampoco hubo necesidad, pues apenas supe que nos acompañaría en esta velada no pude evitar vigilarla y fue así como descubrí sus andanzas nocturnas señorita.

Elise tragó con fuerza y se forzó a sonreír.

—¿Andanzas nocturnas?

Mery asintió.

—Cada noche casi a la misma hora abandona su habitación y deambula por los pasillos de la residencia.—declaró sin preámbulos.—Al principio creí que se trataba de un amorío, no sería ni la primera, ni la última mujer soltera que cayera en la tentación de conseguirse un amante, pero considerando lo que sé de usted y quién es su madre, ese motivo me pareció muy vano. Entonces decidí investigar un poco más y...

La anciana apoyó su mentón en sus manos.

—Y ¿qué?—le increpo Elise apretando su puño contra la tela de su falda.

—Descubrí que ha estado utilizando esta velada como fachada para concretar importantes reuniones con miembros de alto rango del Parlamento.—la acusó sin titubear.—Asumo que es su deseperado intento por detener la participación inglesa en la guerra y traer a nuestros compatriotas de regreso al país. Todo esto a espaldas del rey y del primer ministro...¿Sabe cómo se llama esto, señorita?...—hizo una pausa—...Traición.

Un Amor AmargoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora