Capítulo 11

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A ver sí lo entiendo —dijo Tay moviéndose de un lado a otro de la cueva—. A nuestro alrededor hay corrientes de energía que se dividen en infinitas ramas y que se expanden por todo el mundo. —De pronto se paró intentando ordenar todas las ideas en su mente—. Estas ramas no tienen ningún orden concreto y existen personas que pueden detectarlas y moldearlas.

—Sí —respondió Karan siguiendo con la mirada a su amiga—. Si lo que he soñado es cierto, esa sería la explicación que tiene la magia.

—Y tu madre... era una de las personas que podían usar esa magia, una Invocadora del Desorden. Algo así como una bruja. Y no sólo eso, sino que nació en los Reinos Primigenios, donde pertenecía a las Hijas de Khalibea, un grupo de invocadores liderado por una Suprema llamada Galeia.

—Sé que suena raro, pero jamás podría haberme imaginado algo así. Y, por alguna razón, los sueños que tenía sobre las flores y mi madre parecen ser ciertos.

—Lo sé —dijo Tay convencida—. No es nada descabellado. Siempre se ha hablado de que en los Reinos Primigenios podían hacer cosas que aquí jamás podríamos haber soñado.— Hizo una pequeña pausa—. Además, si tu madre era... una Invocadora, eso explicaría de dónde vienen tus sueños.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Karan pero, en realidad, intuía lo que quería decir y él mismo se lo había planteado. Pero, por alguna razón, no quería creer que fuese cierto.

—Karan, tú también debes de ser un Invocador del Desorden, signifique lo que signifique —espetó Tay—. Eso lo explicaría todo.

Karan se quedó en silencio asumiendo lo que significaban aquellas palabras. En realidad, no tenía ni idea de lo que significaban, no sabía qué hacer ni qué creer. Lo único que sabía era que su madre guardaba un oscuro secreto.

—Puede ser...  —respondió poco convencido.

—Has dicho que tu madre descubrió algo, ¿verdad? Algo que la hizo dudar de las intenciones del aquelarre al que pertenecía.

—Sí. Y probablemente esa es la razón por la que terminó huyendo.

—Tuvo que ser algo muy grave para que no solo huyera del reino, sino del continente —puntualizó Tay—. Nuestros continentes llevan aislados el uno del otro desde hace generaciones, el riesgo que corrió fue muy grande. —Tras una breve pausa añadió—. ¡Por la Santa! Incluso tuvo que cambiarse el color de piel.

—Supongo que con sus habilidades no sería difícil —concluyó Karan pensativo.

—¿En qué piensas?

—Mi madre descubrió algo y... huyó —respondió—. Creo que por eso la mataron. Encontró información que no debería. La buscaron, dieron con ella y... la mataron. —Tay lo observó sin decir nada.

—No te lo conté —comenzó Karan tras una breve pausa—. Pero hace semanas tuve otro sueño. Soñé con la noche en la que murió mi madre, pero... fue diferente. Lo vi todo desde sus ojos, como si fuese ella. Escuché la conversación que tuvo con aquella mujer antes de que la asesinara. —Paró un momento y tragó saliva—. Se llamaba Galeia.

—¿La Suprema de las Hijas de Khalibea? —susurró Tay.

Karan asintió. Decir aquellas palabras en voz alta fue a la vez doloroso y gratificante. Aunque con la información de la que disponían no podía asegurar con certeza aquello, estaba bastante seguro de que estaban en lo cierto. Estar un paso más cerca de la verdad lo llenaba de esperanza y orgullo, pero no quería precipitarse. Por otro lado, un sentimiento nuevo nació en sus entrañas. Desde el principio supo que alguien había matado a su madre, pero ahora conocía su nombre, conocía su cara. Y la odiaba. La odiaba por aquello y pagaría por lo que le había hecho a su madre.

Sueños de Amor y Venganza I: La Azalea del AbismoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon