Capítulo 3

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Karan se quedó pensativo, esperando el plan de Tay, que sonreía como si estuviera a punto de hacer una travesura.

—Esta mañana, mientras trabajaba en el taller, el pregonero real ha anunciado en la plaza que la reina Ethari está buscando voluntarios para hacer una nueva incursión en Volcán Atalante. Por su puesto, me parece muy peligroso y jamás dejaría que fueras, pero la reina quiere recibir y entrevistar personalmente a los voluntarios para elegir a los cinco mejores. —Tay no parecía del todo convencida, pero a medida que hablaba su expresión iba cambiando, como si fuese formulando un plan cada vez más sólido—. Podríamos presentarnos como voluntarios, y mientras tú hablas con la reina, yo me escabulliría e intentaría llegar hasta la biblioteca. Si alguien me pillara sólo tendría que decir que me he perdido por el castillo y que mi intención era presentarme como voluntaria para la expedición. La excusa perfecta. Es arriesgado, pero podría funcionar. Después, sólo tendríamos que hacer una mala entrevista con la reina, para que no nos escogiese a ninguno de los dos.

Karan dudó unos segundos, pero no tardaron en brillarle los ojos. Sin lugar a dudas, llegar hasta la biblioteca iba a ser difícil, pero nada podía salir mal con aquella excusa. Nadie podía culpar a un plebeyo por perderse en los inmensos pasillos de un castillo de aquel tamaño. Incluso se le llegó a pasar por la cabeza presentarse realmente como voluntario. No le vendría nada mal una recompensa de unos cuantos robles. Aunque enseguida descartó la idea, aquel volcán era demasiado peligroso y no podía arriesgarse a que su padre se quedara solo en esos momentos.

—Sí... podría funcionar. Pero por si algo saliese mal, no quiero que seas tú la que vaya a la biblioteca... Debería ser yo. —Karan se giró apoyando una pierna sobre la cama y agarró a Tay de la mano—. Es algo que tiene que ver con mi madre y no me puedo arriesgar a que te pase nada.

—Venga ya, Karan. Sabes perfectamente que no me va a pasar nada. No dudo de tus habilidades, cachorrito ¿Pero quién daba las palizas a quien cuando jugábamos con aquellas espadas de madera? —La mirada de Tay rebosaba confianza y burla, pero de una forma que a Karan le encantaba—. Sabes que soy fuerte, es mejor que vaya yo. A ti siempre se te han dado mejor las palabras y podrás darle mejor conversación a la reina.

Karan la miró dubitativo, sopesando lo que Tay le planteaba. No quería que su amiga se viese involucrada tan de golpe en algo que acababa de descubrir. Siempre había pensado que el pasado de su madre escondía algo y que su muerte no fue para nada normal. Hasta la fecha, el tema le había atormentado día sí y día también, y por su puesto que quería averiguar más al respecto si surgía la oportunidad, pero todo había sucedido demasiado rápido y no quería que Tay se viese perjudicada. No quería precipitarse.

Pero el plan parecía bastante sólido, y sabía muy bien que su mejor amiga era capaz de defenderse ella sola. No había tenido la oportunidad de aprender a luchar, pero se defendía mejor de lo que parecía y era la persona más fuerte que Karan había conocido. Cuando eran más jóvenes, tallaron unos palos para darles forma de espada, pasaron muchas tardes jugando con ellos en la orilla del río y otras muchas incluso dentro del propio río, en las zonas donde menos cubría. No hubo una sola vez en la que Karan consiguiese vencer a Tay. Las derrotas eran descomunales, como si el agua se pusiera de parte de Tay, siguiendo los movimientos que la muchacha hacía.

—Esta bien, esta bien. —Karan levantó la cabeza y puso los ojos en blanco, a lo que Tay respondió dándole un codazo en el brazo. Incluso en los peores momentos Tay era capaz de transmitirle un sentimiento de confianza y seguridad—. Voy a ir preparando mi lado más seductor para la reina Ethari.

Karan levantó los hombros y se llevó la mano al pecho, haciendo un gesto de elegancia. Tay no pudo contenerse y se rio a carcajadas. Tay siempre había sabido que Karan era un chico sensible y delicado, pero para nada débil. Siempre había admirado la fuerza que demostraba en las situaciones más difíciles, y aunque a veces los sentimientos le hacían perder el control de la situación, siempre acababa demostrando que era capaz de superar eso y más.

Sueños de Amor y Venganza I: La Azalea del AbismoWhere stories live. Discover now