Capítulo 13

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—¡Arriba, dormilones! —exclamó Arland mientras daba unas cuantas palmadas—. Es hora de levantarse, ya habéis dormido suficiente.

—Al final vas a conseguir que me arrepienta de haber dejado que te quedes —consiguió decir Tay entre bostezos, y se incorporó lentamente sobre la cama. Karan, por su parte, permaneció tumbado mientras se frotaba los ojos con las manos.

—No me odiarás tanto cuando os diga que he conseguido un transporte hasta Tsuru —dijo Arland mirando a Tay mientras metía diferentes objetos en su petate con una mano, y con la otra jugueteaba con una moneda de un roble—. Daos prisa y preparad todas las cosas que vayáis a necesitar, partimos en una hora.

—¡¿En una hora?! —exclamó Karan incorporándose ya por fin—. Podrías haberlo consultado con nosotros primero.

—Bueno, no es momento de quejas —siguió Arland—. Si queréis un viaje seguro, sin miradas indiscretas, y con la guardia real lejos, este es el momento.—Hizo una pequeña pausa mientras cogía el resto de sus cosas y las metía en el petate. Se ajustó el cinturón donde llevaba colocada su espada y continuó—. Nadie os obliga a venir, pero si os escapasteis de Stormhole con idea de viajar a los Reinos del Sur, espero que no tuvieses en mente unas vacaciones tranquilas y relajadas. —Tay y Karan se miraron mientras ambos ponían los ojos en blanco y se pusieron también en marcha.

—Espero que no te tomes esto como algo habitual —le dijo Tay—. No pienses que eres el líder.

—Perdóneme, mi señora —respondió Arland haciendo una fingida reverencia.

—Menudo viajecito vais a darme —intervino Karan—. ¿Seréis capaces de no discutir al menos durante cinco segundos?

—Prometo hacer lo posible para no sacar a esta señorita de quicio más de cinco veces al día —sentenció Arland, con el propósito de hacer exactamente lo que había prometido no hacer. Tay lo miró de reojo con una cara asesina y después los tres se dispusieron a preparar todas sus cosas para partir.

En una hora ya habían preparado todo y habían llegado al punto de encuentro con el contacto de Arland, un viejo cobertizo a las afueras de Calante, no muy lejos de la Vía del Mártir. Cuando ya llevaban esperando unos veinte minutos, las puertas de madera roída del cobertizo chirriaron y un hombre esbelto de aproximadamente la edad de Arland entró en la estancia. Mientras se acercaba, Karan pudo fijarse en el hermoso rostro del hombre, con unas facciones perfectas y bien definidas; un enmarañado y largo cabello negro y una camiseta de tela semitransparente que permitía lucir sus prominentes músculos. Cuando llegó a su altura, extendió la mano hacía la dirección de Arland. Este agarró con fuerza la mano del hombre y lo acercó con entusiasmo hacia sí para abrazarlo con fuerza.

—¿No nos vemos desde hace 10 años y sólo vas a darme un apretón de manos? Valiente canalla —espetó Arland mientras abrazaba con mas fuerza al hombre. Al principio pareció resistirse pero pronto acabó cediendo al abrazo de su antiguo amigo.

—Vas a acabar aplastándome como sigas así, gusano —dijo entre carcajadas mientras, por fin, se separaban el uno del otro—. Estos deben de ser los primos de los que me habló Jamie, ¿verdad? —Esta vez el hombre pasó a mirar directamente a Karan y a Tay, y ninguno de los dos pasaron por alto la forma en la que pronunció la palabra 'primos'.

—En efecto —aseguró Arland—. Jamie me dijo que pondría a nuestra disposición a uno de sus mercaderes, aunque la muy víbora no me dijo que ibas a ser tú.

—Ya sabes lo mucho que le gustan las sorpresas. —Según terminó de articular la última palabra, se giró hacía los dos muchachos y se inclinó ligeramente—. Por cierto, me llamo Craig. Un gusto conoceros.

Sueños de Amor y Venganza I: La Azalea del AbismoWhere stories live. Discover now