Capítulo 5

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Cuando Tay se marchó, Karan se aseguró de que su padre se encontrara bien y puso rumbo hacia el Barrio Alto. Era noche cerrada y lo más probable era que Arland ya estuviese disponiéndose para dormir, pero ese día se celebraba el Día de la Unión en la ciudad, una célebre fiesta que tenia como objetivo festejar la fecha en la que se creó la monarquía de los Reinos de los Valores. Aunque todos en la ciudad celebraban ese día, las fiestas que celebraban los nobles, como los más beneficiados por la monarquía, eran de lo más exclusivas y solían alargarse hasta la madrugada. Con un poco de suerte, Karan encontraría a Arland en su casa.

Al llegar a la plaza, Karan comenzó a escuchar los ruidos provenientes de los grandes pisos y de las mansiones del Barrio Alto. Un sinfín de instrumentos se hacían eco a través de la fría noche hasta llegar a los oídos de Karan. Los violines, acordeones, pianos y demás instrumentos tocaban diferentes canciones dependiendo de la casa. Desde donde se encontraba Karan, todas las canciones se entrelazaban y creaban un amasijo de notas. Cuando por fin llegó a la Calle Real, pudo distinguir algunas de las canciones que se estaban tocando. En el primer bloque de edificios todos los vecinos parecían estar reunidos en el ático y los músicos tocaban la Balada de la Reina Amini. Desde otros bloques llegaban los compases que creaban la Sonata de los Cuatro, una canción que narraba cómo la reina Amini creó los cuatro reinos y el Consejo de los Valores.

Karan siguió caminando hasta llegar a la casa de Arland. De la mansión salía el sonido de las risas y la música, y por las ventanas se podía ver el gran número de colores que se formaban en el interior gracias a los faroles de diferentes minerales. En el balcón del segundo piso una pareja bebía mientras el hombre gesticulaba y ponía diferentes caras, como contando un chiste, a lo que la mujer respondió con una enorme carcajada. El jardín también estaba lleno de gente borracha que bailaba y reía.

Karan se detuvo frente a la verja de la casa y, de pronto, no le pareció tan buena idea haber ido hasta allí. No era que los nobles de la ciudad tratasen mal a las personas del Barrio Bajo ni que les impidiesen relacionarse con ellos, pero siempre había existido una barrera invisible creada por los prejuicios de unos y la envidia de los otros. Karan no había tenido nunca la oportunidad de asistir a ninguna fiesta noble, pero conocía a vecinos suyos que habían asistido a un par, los cuales habían tenido que sufrir la mirada de recelo de la gente del Barrio Alto. A Karan nunca le había gustado llamar la atención y entrar en aquella casa implicaba que cientos de ojos se posaran sobre él. Sin embargo, también era un chico fuerte y no se iba a dejar amedrentar tan fácilmente. Si de verdad tenía pensado emprender un viaje en busca del pasado de su madre y, tal vez, del suyo propio, tenía que empezar a tomar riesgos.

Decidido, Karan abrió la verja y entró en el jardín de la casa. Días atrás, ya le había parecido precioso, pero de noche y con todas aquellas luces de colores que iluminaban la hierba y las flores, su aspecto era completamente diferente, aunque hermoso de todas formas. Avanzó entre la multitud, procurando esquivar a los más borrachos, que se tambaleaban de un lado a otro con sus copas en la mano. Echó un vistazo a su alrededor buscando con la mirada a Arland, pero había tantos rostros que le resultó imposible localizarlo.

Entró en la casa y recorrió las estancias del piso inferior. Muchas eran las miradas que se posaban sobre su rostro, y aunque había algunos que fruncían el ceño, le sorprendió la cantidad de personas que sonreían al verle. Al no encontrar a Arland en ese piso se dirigió a las escaleras que daban al piso superior. Arriba la densidad de gente era mucho menor y era donde se encontraban las parejas hablando y riendo.

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Sueños de Amor y Venganza I: La Azalea del AbismoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz