Capítulo 1

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Esa mañana Karan se levantó sobresaltado, como todas las mañanas desde que su madre murió cuando él tenía quince años. Desde entonces, todas las noches se repetía la misma pesadilla, una y otra vez, como una antigua canción que no se puede olvidar. Karan vivía solo con su padre en una vieja casa de Stormhole, la capital de Rydia, y aunque no era muy grande, al menos era acogedora. Tenía tres habitaciones: una que hacía al mismo tiempo de cocina y sala de estar, un cuarto y una despensa.

Se desperezó lo más rápido que pudo y se puso una camisa beige, unos pantalones y su único par de zapatos. Hacía mucho que no se compraba ropa nueva y esa ya comenzaba a quedársele pequeña. Aunque no era un muchacho grande, los músculos que había ganado en los últimos años hacían más evidente que la ropa que lucia no era de su talla. Se pasó las manos por su largo cabello marrón, a juego con sus grandes ojos color miel, para arreglárselo un poco y miró hacia donde se encontraba su padre.

 Se pasó las manos por su largo cabello marrón, a juego con sus grandes ojos color miel, para arreglárselo un poco y miró hacia donde se encontraba su padre

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El padre de Karan estaba tumbado boca arriba en la cama de la habitación que ambos compartían. Su respiración era leve y entrecortada, como si en cualquier momento fuese a exhalar su último aliento. Desde que contrajo la enfermedad plateada fue de mal en peor. Empezó con fiebre alta y sudoración, después llegaron el cansancio y la pérdida de peso y, por último, las manchas plateadas y escamosas sobre la piel que caracterizan la enfermedad.

Hace muchos años Ronar trabajaba como mercader, y viajaba a lo largo de los Reinos de los Valores, desde Rydia hasta Byzantin, proveyendo a los diferentes reinos productos maravillosos de diferente procedencia. Tenía telas de todos los colores que conseguía en D'or, fantásticas armas fabricadas en Byzantin, frutas deliciosas de Verte y minerales deslumbrantes de Rydia. Cuando Gaia y él se conocieron en Tsuru, la capital de Byzantin, no tardaron en enamorarse. Volvieron juntos a Stormhole, la ciudad natal de Ronar, vivieron juntos en la pequeña casa que Ronar había heredado y pronto tuvieron un precioso hijo, Karan. Su padre decidió dejar el oficio de mercader para mantenerse cerca de su familia y encontró un muy bien remunerado puesto dentro del equipo de expedición del Volcán Atalante, el enorme volcán de Rydia, de donde proceden todos los minerales del reino.

Durante mucho tiempo, Ronar no tuvo ningún problema con su trabajo, pero, tres años tras la muerte de Gaia, su equipo encontró una gruta en las entrañas del volcán que había estado sellada hasta entonces. Cuando la abrieron, un insoportable hedor se escapó de la estancia, pero eso no fue lo único que salió de allí. Pronto, todos los que habían formado parte del equipo contrajeron una enfermedad desconocida, a la que se bautizó como enfermedad plateada. El padre de Karan tuvo que permanecer en cama a partir de ese momento, y el propio Karan, a sus dieciocho años, se encontró con la presión de tener que mantener él solo un techo donde vivir, así como de comprar las hierbas medicinales que mantenían vivo a su padre. Karan dio la vuelta a la cama y apoyó una mano sobre la de Ronar.

—Papá, ¿estás despierto? —le preguntó con voz suave, sin obtener respuesta alguna—. Me marcho ya. Voy a ir al taller de Tay a recoger toda la mercancía que tengo que repartir hoy por la ciudad, volveré para comer.

Sueños de Amor y Venganza I: La Azalea del AbismoWhere stories live. Discover now