CAPÍTULO 18

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El sofá era testigo de sus caricias, cuando el móvil de Jungkook sonó por cuarta vez esa mañana. Taehyung lo vió bloquear los números en cada oportunidad.

_ Deberías cambiar de prestador.

_ ¿A qué te refieres? _ quiso saber el pelinegro desconcertado.

_ A la compañía de teléfonos, Kookie. ¿No son ellos quienes te están llamando?.

_ Ah... sí. _ era mejor no aclarar nada.

Estaba cansado de los malditos llamados de su familia. No necesitaba contestar para saber que eran ellos los que llamaban desde números desconocidos. Seguramente, eran su padre o su madre insistiendo con lo mismo. Sabía que el tiempo estipulado por su familia se acababa, pero él no pensaba casarse y no lo haría por mucho que lo presionaran. Le habían arruinado la vida cuando se enamoró de Yoo Bi, y ni siquiera entonces se había dejado manipular. No lo haría ahora que era independiente, con un futuro aún más grande por delante, y lo más importante, sin el miedo de cuando tenía diecisiete. No habría fuerza en el mundo que lo haga aceptar un matrimonio por conveniencia, con una mujer que ni conocía.

Y claro, no olvidemos que ahora estaba Taehyung de por medio. Aunque eso sería por poco tiempo ya que este era su último día en la bella casita de Gunsan.

En las últimas tres semanas, Taehyung se había convertido en una pieza importante del motor que movía su vida.

¿Cómo pasó?, solo Dios lo sabe.

¿Cuándo pasó?, bueno..., Jungkook sospechaba que desde el mismísimo día que lo salvó en aquél puente. Ese hermoso chico de ojos soñadores y sonrisa de ángel, había llegado en el momento justo para cambiarlo todo. Y lo había hecho desde adentro hacia afuera. Con sus palabras había aquietado su espíritu, con sus sonrisas había curado su alma y con sus besos llenó su corazón de calidez. Por fuera, también había hecho su magia.

Luego de conocerlo, Jungkook había empezado a sonreír de nuevo después de tanto tiempo. Ahora, a diario se sorprendía ante el sonido de sus propias carcajadas. Se desconocía ante el espejo al ver sus ojos brillantes y sin dolor. Todo pintaba una gran sonrisa en su boca. Había descubierto la felicidad en las cosas pequeñas y cotidianas; como despertar con un beso, freír el cerdo para él, que le diese de comer en la boca, caminar por la playa de la mano, elegir el cereal en el mercado. Y algo que era de vital importancia para el azabache, dormirse apretado por su gran abrazo de oso.

Tae lo cambió, y eso añadía otra pregunta a las anteriores. ¿Cómo lo hizo?.

No lo sabía. Lo qué el pelinegro sí sabía, era que nunca desde que tenía uso de razón se había sentido tan completo.

La notificación de un mensaje lo sacó de sus pensamientos. Era Yoongi.

_ Bebé, Yoongi me acaba de avisar que el proyecto que teníamos en Seúl ya fue entregado. Va a tomar sus vacaciones en su casa de Daegu. Nos ofrece quedarnos con él.

_ Bueno... no lo sé. Es tu amigo, tú decides.

_ Ok. Cancelaré la reserva que teníamos _ el azabache rió por lo bajo mientras pensaba _ 'Min perderá la cabeza cuando sepa que Tae está conmigo y no tendrá ninguna oportunidad'.

_ ¡Aish, qué pereza! _ el castaño se levantó del sofá estirando su cuerpo y sacando a Jungkook de sus pensamientos _ Debo preparar el equipaje para mañana, pero todo lo que quiero es seguir de vago.

Esa declaración le produjo un vacío en el estómago al pelinegro. Los últimos siete días habían convivido tal y como lo hace una pareja casada. Se levantaban juntos, se bañaban juntos, comían juntos, dormían juntos. Hacían las compras, limpiaban la casa, y en cada oportunidad se entregaban para descubrir lo grandioso que era fundirse en el deseo por el otro. Todo era tan armónico y perfecto que parecía irreal, pero no lo era. No había forma de no darse cuenta que juntos eran perfectos. Como si estuvieran hechos para complementarse tanto física como espiritualmente.

ENTRE VIÑAS Y CEREZOS 1Where stories live. Discover now