Carta 1

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Me has escrito una carta. De hecho, fueron dos: una para toda la familia y otra personalmente para mí. Nadie lo sabe más que yo. Mamá no soportaría el hecho de que no le hayas escrito, y papá, se la pasaría pensando por qué él tampoco recibió una. Sin embargo, por más que tenga tus últimas palabras antes de lo acontecido, metidas en un sobre blanco con mi nombre escrito en grande sobre la parte superior, aún no he sido capaz de leerlas. No puedo. No me lo permito sin antes entender que fue lo que sucedió y, con toda la honestidad del mundo, sé que estás queriéndome decirme algo. 

Apenas ha pasado una semana desde que estuviste con nosotros por última vez antes de que te fueras. No me puedo sacar de la mente la escena del grito desgarrador de mamá y el llanto incontrolable de papá cuando te encontré tirada sobre el frío suelo bañado con tu sangre. ¿Lo creerías? Mamá, la mujer contenida y refinada que siempre se mostró ante la gente, dejó de serlo. Y papá, el ser humano más frígido y con un corazón de hielo enorme, se rompió a pedazos. 

Te mentiría si te dijera que nuestros padres no cambiaron. A ella se le ve poco y nada en los alrededores de la casa porque no sale de tu cuarto. Él se la pasa sentado en el sillón del patio mirando el cielo, pensando seguramente en cuándo terminará todo esto para volver a trabajar en la empresa. Suena cruel, lo sé, pero lo digo de todos modos porqueya lo vi haciendo algunas llamadas al trabajo a escondidas de mamá y de mí. Pero ya lo conoces, siempre pone primero la empresa antes que la familia. Y en estos momentos necesita ocupar la mente, más que nada, en otras cosas, para no sufrir. 

La casa también cambió. No hablabas mucho últimamente, tu voz apenas se oía en los pasillos o en las cenas efímeras que teníamos juntas. Ahora se nota el silencio que dejaste. Tu aroma a vainilla ya no se siente en el baño, solo perdura en tus sábanas y prendas de ropa. Es raro sentarse a comer luego de cocinar para una sola persona. Todavía no tuvimos una cena familiar, pero eso no es novedad. Ya ni recuerdo la última vez que estuvimos sentados los cuatro en una misma mesa hablando sobre nuestro día. Ahora ya no tendría sentido hacerlo porque seríamos tres. Alguien siempre estaría ausente. Tú. 

Me haces falta, más de lo que puedo soportar, si es que la ausencia de una hermana se puede calificar como soportable hasta cierto nivel. Pero no lo es. Una ausencia jamás es algo que se pueda tolerar porque duele, quema, molesta ese sentimiento de no haber podido hacer algo más. 

Tú me escribiste una carta. Lo justo es que yo también te escriba una, dos, o quizás tres. Antes de leer las palabras que me has dejado, quiero conocerte. Suena extremadamente estúpido, lo sé. No obstante, necesito conocer a la Amalia Evan's que redactó con sus propias manos aquella carta. La persona que has sido en tus últimos días. La chica que tenía tantas cosas para decir, pero que prefirió guardárselas. Por eso estoy escribiendo esto. Escribiéndote, para no soltarte hasta estar segura de poder hacerlo. 

 PD: Te quiero.

ESCRIBIENDO(TE)Where stories live. Discover now