Carta 10

2 1 0
                                    

Me falta el aire. Mi pecho está a punto de estallar, y tengo el presentimiento que en cualquier momento me quedaré inconsciente ante todo lo leído. Lo único que puedo pensar ahora es que me dueles. Y me dolerás por el resto de la vida, más allá de que me pidas que no lo haga.

Fuimos tan ciegos. Tan estúpidos por no darnos cuenta, sobre todo yo. Me has dicho que no me sienta culpable, pero es imposible no hacerlo. Te pido mis más sinceras disculpas, hermana. Perdón por no estar ahí, por pensar solamente en mí y creerte cuando fingías estar bien. Por no ver tus señales, y no prestarte atención. Perdón por olvidar que somos humanos y capaces, también, de sentir algo miserable como el dolor. Perdón por creer que existen los finales felices y que nuestras vidas tendrían uno, sobre todo la tuya.

Mis horas de sueño son un más duraderas que las de hace un mes atrás. Tus palabras no me enorgullecen, pero me dan un respiro al saber que querías acabar con un sufrimiento y que, lo sucedido aquella noche en el baño, no fue un impulso. Contestando a tu pregunta, sobre si alguna vez me he quedado dormida con los ojos rojos e hinchados, mi respuesta es sí. Viví algo similar en el transcurso de mi adolescencia, solo que yo pude encontrar fuerzas en otra parte y salir adelante.

Quédate tranquila. Nadie sabrá todo lo que tus palabras me han confesado únicamente a mí. Prométeme que, de tu parte, tampoco le dirás a nadie mi confesión.

Me alegra y reconforta leer que has logrado amar a alguien en esta vida. No sé si su amor fue el de tu vida, espero que sí. No me dijo nada especial el día en que la encontré en la biblioteca. Solo se limitó a preguntar qué fue lo que pasó contigo y a responder mi interminable cuestionario sobre ti. Una de esas preguntas fue "¿La querías?". Me bastó con ver el brillo sobresaliendo de sus ojos mientras te mencionaba, para saber que sí. Tú anhelabas que alguien te mirara de ese modo, y lo lograste. Y aún lo sigue haciendo. Te extraña tanto como lo hacen las estrellas a la luna cuando no está.

Me preguntó si volverás. Yo le dije que me lo sigo preguntando hasta el día de hoy.

De todos modos, si lo hicieras, si por fin volvieras a casa para estar con nosotros otra vez, ya no sería lo mismo. No sabría como hablarle a esa nueva tú. Como tratarla o convivir con ella, porque mi hermana murió en la carta escrita solamente para mí.

El grito de mamá vuelve a mi cabeza junto a las lágrimas de papá al llevarte al hospital. Tu mente no lo recuerda porque estabas inconsciente, tu cuerpo estaba tratando de sobrevivir. Cuando nos avisaron sobre tu recuperación, todos sentimientos un alivio enorme, pero duró poco ya que debíamos llevarte a una clínica psiquiátrica. A mí no me gustaba mucho esa idea, a papá le daba igual, y a mamá se le partía el alma en dos que casi no pudo decirnos nada. No por que te íbamos a internar en una clínica y no pudiéramos verte, sino por que le importaba más lo que dirían sus amistades con familias perfectas, al respecto. No lo dijo, pero al ser su hija lo sé. Siempre le importaron esas estupideces. Ya tienes suficiente con leer todas las cartas que te he escrito desde que te internaron.


PD: Te quiero.

ESCRIBIENDO(TE)Where stories live. Discover now