Parte 6

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—Puedes ponértelo —me tiene un antifaz negro, de esos que se utilizan para dormir. Lleva otro en la mano, que supongo que es para él.

Siento un cosquilleo gustoso entre las piernas. Las máscaras son una licencia para acceder a otra parte de nosotros mismos, y eso me gusta.

Termino cogiéndolo, a la vez que nuestros dedos se rozan y yo lo miro.

Beomgyu me sonríe. ¿Cómo se puede tener una boca tan bonita?

Nos sentamos, uno a cada extremo de la sala, demasiado lejos, diría yo, sobre el suelo mullido. Solo entonces Beomgyu se pone el antifaz y yo lo imito.

Esta vez es más preciso en cada indicación.

Empezamos tumbados a todo lo largo sobre la alfombra suave y esponjosa, envueltos en la oscuridad de fieltro negro que aviva el resto de sentidos, como el tacto de la lana tejida, o el olfato del incienso quemado en el pebetero.

No tardo en perder el sentido de la orientación. Reprimo las ganas de arrancarme el antifaz y mirarlo desde esta perspectiva, de encontrarme con sus piernas abiertas. No lo hago, así que tengo que imaginar qué consistencia tendrán sus testículos sobre la alfombra. ¿O colgarán, sin llegar a rozarla?

Su voz es acogedora y, poco a poco, me va guiando en una meditación que consiste en reparar en cada una de las partes de mi rostro para continuar con cada unidad que conforma mi cuerpo. En cada elemento nos detenemos, intentamos sentirlo, tomar presencia de él.

De esta manera, me voy hundiendo en mi conciencia, poco a poco, hasta sentirme tan bien que solo salgo de aquel estado cuando su voz llega a mi ingle.

—Te invito a que sientas tu sexo —dice muy despacio—. La consistencia de tu sexualidad, su grosor, su forma, la manera en que reposa sobre tu vientre. Siente su peso y su carnosidad.

Llevo toda mi atención hasta allí, y temo que mi sangre la acompañe.

Me tranquiliza saber que está tan ciego como yo y no puede ver cómo se me está poniendo la polla.

—Ahora es el momento de conectar con tus testículos. —Su voz granulosa y húmeda me arranca un escalofrío de deseo en la espalda—. La piel tensa que los sostiene mientras cuelgan entre tus piernas relajadas.

Tengo la impresión de que me está mirando, de que no es una fórmula, sino que está describiendo algo que en este mismo instante contemplan sus ojos. De nuevo la intención de arrancarme el antifaz y alzar la cabeza, pero no sé qué haría si me encuentro con su mirada, así que no lo intento.

La meditación termina con un armónico sonido de gong a la vez que la música cambia a algo más rítmico.

—Ahora—. Me encanta su voz—. Te invito a que te expreses con tu cuerpo. Siente la música y desplázate por todo el espacio si así lo necesitas. No pongas barreras. Déjate llevar. Que vayan primero tus manos y después tu pensamiento. Rueda, si así lo sientes. Baila, si así lo sientes. Salta, si así lo sientes.

Todo es tan extraño y a la vez tan intenso, que le hago caso. En verdad quiero ir en su búsqueda y ver qué pasa entonces.

Mis manos empiezan a moverse, despacio, y mis piernas. Me desperezo.

Siento la energía corriendo por mi piel, como un escalofrío. Es una sensación tan sorprendente como deliciosa. No tardo en rodar sobre mí mismo, pero siendo consciente de que busco su cuerpo.

Al fin lo hayo cuando he estirado tanto los brazos y las piernas que de cualquier manera tenía que encontrarme con Beomgyu.

Lo que impacta con él es mi mano. Y se queda muy quieta. Su cuerpo caliente, de textura incierta en zona desconocida del suyo. No sé muy bien qué tengo que hacer ahora. Su voz me saca de dudas.

Experimental 《Yeongyu》Where stories live. Discover now