Parte 8

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Me ha pedido que me duche yo primero y así lo he hecho, porque tengo lefa hasta en el pelo.

El estudio tiene un baño espacioso, aunque mantiene aquel aspecto entre dejado e industrial que Beomgyu ha corregido con un buen gusto para el color.

Mientras el agua recorre mi cuerpo pienso en todo lo que acaba de suceder. En lo bien que me lo he pasado y en lo bien que me siento. Es una sensación que no recuerdo de antes. Los orgasmos siempre son portentosos, pero suelen acarrear una especie de huida hacia el interior de uno mismo cuando terminan. Hoy ha sido diferente. Es como si me encontrara en el lugar justo y en el momento preciso.

Salgo con la toalla atada a la cintura, porque mi ropa está esparcida por la sala. Ya es de noche y Beomgyu ha encendido algunas lámparas difusas y más velas. Me percato de lo bien que huele, y no solo a incienso, también a especias. Descubro una pequeña cocina que me había pasado desapercibida... claro, solo he tenido ojos para él.

—Estoy preparando algo de cenar —me dice cuando me ve aparecer.

Leva el cabello mal recogido en una coleta y se ha puesto unos pantalones muy anchos que le resbalan por las caderas.

—Quizá debería marcharme —digo yo, porque todo esto empieza a ser excesivamente extraño para mí.

—Nada de eso. —Me sonríe y me entran ganas de besarlo—. No dejes de remover mientras me doy una ducha rápida.

Su determinación hace que acceda. Tomo el cucharón que me tiende y, cuando pasa por mi lado, camino del baño, me da un ligero beso en los labios.

La música ahora no tiene nada que ver. Me suena a Diana Krall o a alguien parecido. Mientras remuevo una pasta que tiene un aroma delicioso me doy cuenta del hambre que arrastro.

Solo lo dejo para ponerme los pantalones, que él debe de haber doblado sobre la silla, y la misma camiseta que traía, y que me ha durado menos puesta que un trozo de salchicha a mi perro.

—Y ahora —Aparece con el cabello mojado y suelto que le cae sobre el rostro y la espalda—, a cenar.

Es todo tan natural, tan poco forzado, que parece que nos conocemos de siempre. Incluso llego a pensar... que parecemos dos personas que estamos juntas, quiero decir, que vivimos juntas.

La cena está exquisita, y el vino también. Beomgyu me habla de su otro trabajo como monitor de Yoga, de su familia, que emigró de Goa hace casi cien años, y de cuánto le gusta despertarse temprano.

Yo le cuento que trabajo en un banco de inversiones, que me estreso tanto que necesito hacer deporte, y ahora Tantra, para conseguir desconectar, y que mis padres viven en Florida.

En un momento dado, cuando me encuentro tan a gusto que pararía el reloj del tiempo, él profundiza un poco más.

—¿Cómo te sientes?

Me quedo pasmado cuando descubro que nunca, nadie, me lo ha preguntado. Siempre he sido el tío todoterreno que lo tiene todo controlado y puede con lo que le echen. El que aporta soluciones, da consejos y anima a los demás a que sigan adelante. También el que no puede dormir por las noches a causa del estrés.

—Extrañamente bien —contesto.

—¿Es que habitualmente no estás bien?

Son sensaciones. No sé describirlas.

—Lo habitual en mí —intento explicarme— es que esté pensando o preparando algo que pasará mañana o dentro de dos meses, y que cuando esas cosas llegan, ya tengo la cabeza en lo próximo.

Él asiente. Está sentado con una pierna bajo el muslo, muy cerca de mí, y come de vez en cuanto de mi plato. Eso me parece tan íntimo como sexy.

—No vives el presente —afirma.

Experimental 《Yeongyu》Where stories live. Discover now