Castigo

253 43 2
                                    

Laia

Cuando salimos de la tienda vinimos a un restaurante para no tener que llegar a la casa a cocinar, pues salimos un poco tarde. Todavía no puedo dejar de pensar en todas las cosas que eligió para mí. Siento tanta curiosidad sobre lo que haremos en un momento dado los dos, aunque me cuesta ser igual de abierta que él en estos temas.

En la salida del restaurante, una mujer de cabello rojo tropezó con Sebastián. Aparentaba estar tambaleando segundos antes de que se arrojara de esa manera sobre él. Fue una escena bastante subida de tono e incómoda, parecía sacada de una película mal hecha.

Aunque se disculpó varias veces seguidas, noté que Sebastián se mostró igual de misterioso y serio que en esa ocasión en que aquel joven se nos acercó en la playa y le brindó aquella nota.

«¿Será otro mensaje? Pero ¿de quién? ¿Qué tanto oculta?».

Sé que le aseguré que no me metería en sus asuntos, pero este tipo de misterios y secretos no me agradan.

[...]

Quise hacer caso omiso a la situación y no agregar nada en ese momento, pero al llegar a la casa, pude darme cuenta de que esperó otro descuido mío mientras yo entraba a la casa para leer una nota y quemarla en el patio trasero.

«¿Qué tipo de notas recibe como para que se vea en la obligación de quemarlas?».

Esperé por él en la sala, viendo cómo se mantuvo sereno cuando entró con las bolsas, como si nada estuviera pasando.

«Si hasta buen actor me salió el condenado».

—¿Quién era esa mujer? —lo enfrenté.

—¿Qué mujer? —dejó las bolsas sobre el sofá, sentándose al lado de ellas y rebuscando en el interior de una.

«¿Ahora se hará el imbécil? ¡Ugh, cómo me hace enojar!».

—¿Me crees estúpida? Pésima actriz esa mujer. Es la segunda vez que recibes una nota quién sabe de quién y la quemas. Te he visto. ¿Me lo vas a negar en la cara?

—No puedo esperar para verte con esto puesto. 

—¿Ahora me aplicas la vieja confiable de cambiar el tema?

—Póntelo—dejó colgando en su dedo índice la tanga roja que eligió en la tienda.

Todo mi rostro se ruborizó por la naturalidad en que lo pidió.

—No, no puedo ponerme eso sin bañarme.

—Quieres que te diga quién era ella, ¿no? Bueno, si te lo pones te diré. Lo veo como un trato justo.

«Este tipo… en serio que es tremendo negociante».

—Bien, entonces es un trato. Ya vengo— intenté arrebatarle la tanga de las manos, pero la alejó.

—Cuando dije “póntelo” es para que lo hicieras delante de mí.

«Qué vergüenza, no estoy siquiera completamente depilada. Además, ni me he bañado».

—Bien. Te ayudaré.

Levantó mi falda por ambos extremos, aun estando sentado en el sofá y pasé saliva.

—Estás muy tensa. No debes estarlo. Después de todo, ya te he visto desnuda antes. ¿Acaso ya lo has olvidado? —apretó con fuerza mi trasero antes de deslizar mi ropa interior por mis piernas.

Mi prenda cayó a mis pies y levanté un poco la pierna para que pudiera poner la otra. No vi en él ningún tipo de reacción negativa que pudiera incomodarme o hacerme sentir mal por mi condición actual.

«Dios, ¿por qué sus manos se sienten tan bien?».

Se siente rara esta tanga. Aunque me queda justo a la medida, cuando junto las piernas es como si pudiera percibir algo duro a través de la tela de encaje y lo que es fácilmente puede escabullirse entre mis labios.

—Tengo un asunto que atender fuera de la casa. Ya que estás lista y te noto tan curiosa, más no me gustaría dejarte sola, ¿por qué no me acompañas?

«Es raro que quiera que lo acompañe. ¿A dónde iremos?».

[...]

Caminamos a la entrada y me subí al auto, donde al estar sentada pude sentir que lo que estaba en la tanga se había acomodado y alojado en un sitio donde tuve que por obligación acomodarme mejor en el asiento y separar un poco las piernas.

«¿Qué demonios tiene esta cosa?».

—¿A dónde vamos?

—Me han encomendado un trabajo el cual necesito ejecutar esta misma noche.

—¿Un trabajo?

—Regularmente hago las cosas solo, pero tal vez un poco de compañía no me haga mal.

—Dijiste que ibas a decirme quién era esa mujer.

—Es una informante de la organización.

—¿Qué organización?

—Para la que trabajo.

—Pero ¿qué tipo de organización es?

Quedé con la espalda recta y las piernas juntas al sentir una fuerte vibración en mi zona íntima. Me sujeté de su brazo de la impresión y me mordí el labio inferior.

—Esa pregunta no estaba en el trato— me mostró el control pequeño y negro que llevaba en su otra mano.

Detuvo la vibración y froté mis piernas instintivamente. Jamás había sentido algo tan extraño, pero a la vez, tan placentero y que causara tantas cosquillas y escalofríos. Probablemente se sintió más fuerte y potente debido a que me encuentro sentada.

—Eres un desgraciado. ¿Por qué no me dijiste que eso tenía algo?

—¿Qué sentiste?

—¿Y tienes el descaro de preguntarlo?

—Debes aprender a ser un poco más descriptiva y perder la vergüenza que te causa hablar sobre este tema.

Encendió de nuevo la vibración, haciéndome revolver en el asiento y juntar aún más las piernas.

—¿Te gusta?

Todas estas sensaciones eran algo nuevo para mí. Ni siquiera podía pensar claramente. Tenía la sensación de que iba a estallar sin siquiera tocarme, solamente con esa potente vibración ahí abajo.

—¿Así que no vas a responder?

Detuvo el auto a la orilla de la carretera, dejando las luces intermitentes, sin importarle siquiera los autos que venían detrás.

—¿Qué estás haciendo? ¿Has enloquecido?

Su mano se acomodó entremedio de mis piernas, frotando con la yema de sus dedos ese punto que tan sensible se encontraba y haciendo que olvidara hasta de dónde me encontraba.

Su rudeza y constante roce, iba acompasado de esa vibración que me revolvía en el asiento.

—Sebas— enterré mis uñas en esa mano tan traviesa que me estaba ocasionando tantos espasmos y me tenía al borde de derretirme en ella.

Justo cuando estaba a punto de alcanzar la cima, detuvo la vibración y retiró su mano. Lo observé atontada, contemplando esa seriedad que lo caracteriza y se ha vuelto una jodida debilidad en momentos como estos.

—¿Por qué te detienes?

—Es tu castigo por desobediente. Para la próxima espero que me tengas las respuestas que deseo escuchar. Solo así, permitiré que elijas si terminarás en ese aparato, en mis dedos o en mi boca. Tenlo presente.

Dulce Veneno 2 [✓]Where stories live. Discover now