Niñez

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En la clínica me dieron las atenciones necesarias, por fortuna, no me encontraron nada grave, al menos nada que pudiera extender mi estadía en el hospital. Las terapias respiratorias me las brindaron para luego darme de alta.

El camino al aeropuerto privado fue en completo silencio. Sebastián lucía extremadamente pensativo, no había articulado palabra alguna desde las que mediamos antes de ir a la clínica. Honestamente, me cuesta entender el motivo detrás de su molestia.

Surgió algo inesperado en medio de la pista, y es que nos encontramos con su madrastra segundos antes de abordar el avión. Ella vino con nosotros y se puso contenta al vernos juntos. Por lo visto, venía sola. Damián no estaba con ella.

Sebastián nos dejó a solas, con el pretexto de que haría unas llamadas. En el fondo, sé que debe sentirse incómodo con la presencia de su madrastra aquí y puedo apostar lo que sea de que ella también se dio cuenta.

—¿Qué te ocurrió, reina? Si necesitas ropa, en el fondo tengo algunos trajes que puedes probarte a ver si te sirven.

—Gracias, Sra. Juliet. Creo que le tomaré prestado uno. Definitivamente antes de bajar de este avión debo cambiarme. No quiero que mi madre haga preguntas innecesarias si me ve así.

—¿Irás a ver a tu mamá? Pensé que se irían de vacaciones, pues están en la etapa más importante de su relación, donde se debe vivir cada día como si fuera el último. Experimentar cosas nuevas, viajar por el mundo, disfrutar en pareja, pero pareciera que ambos irán a un velorio. ¿Qué tienes, princesa? ¿Están peleados? No me gusta andar de metida en problemas de pareja, pero no me agrada verlos tan distanciados.

—Es un tema muy complejo. No es difícil darse cuenta cuando está enojado, pero sí es complejo descifrar la razón. ¿Siempre ha sido así?

—Últimamente se ha vuelto más expresivo. A veces ni yo misma comprendo lo que pasa por su cabeza. Todavía recuerdo cuando llegó a nuestro hogar por primera vez. Era tan maduro e independiente para su edad. En los años que estuvo viviendo bajo nuestro propio techo, jamás le vi sonreír, llorar o enojarse. Era poco lo que hablaba, solo lo necesario. Respondía a los mandatos mayormente con un gesto. Hubo un tiempo en que creí que era mudo, no vine a oír su voz hasta que cumplió sus catorce años y fue para mandar a callarme. En gran parte lo entiendo. Después de todo lo que vivió, no lo culpo de ser como es.

Miré en dirección a Sebastián y estaba bastante distante nuestro y de espaldas, hablando por el teléfono.

—¿De lo que vivió? Perdone, no quiero sonar como una entrometida, pero ¿habla de su niñez o del secuestro?

—Para que lo preguntes de esa manera, asumo que ya sabes parte de su historia. ¿Él te lo contó?

—Me contó varias cosas, pero es un tema muy delicado, por eso me he limitado a preguntarle más al respecto.

—Por supuesto que hablo de su niñez y de la vida que tenía con esa perra de su progenitora—suspiró, mirando hacia la ventana—. Y pensar que me he esforzado tanto en ser una buena madre para mis hijos, aunque a veces siento que no es suficiente, mientras que hay otras mujeres que son capaces de lastimar a sus propios retoños y no les importa—vi que apretó el borde del reposabrazos—. Estoy consciente de que él no es mi hijo, pero lo he criado como si lo fuera. Al conocer su pasado, he querido sobreprotegerlo y brindarle de lo que durante su niñez careció. Diría que sin darme cuenta, le he entregado más a él que a mis demás hijos. No debería ser así, se supone que los quiera a todos por igual. Incluso traté de odiarlo, porque repudiaba el hecho de abrirle las puertas de mi hogar a un bebé que nació por un desliz del pasado. Pero él jamás tuvo la culpa, porque no fue su decisión el venir a este mundo, por eso no podía desquitarme con esa criatura tan indefensa que ya había sido marcado por la tragedia.

«Espera un momento, ¿ella sabe que Sebastián fue el hijo que tuvo su esposo con otra mujer?». Yo pensé que no estaba enterada al respecto.

Dulce Veneno 2 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora