42. 𝗔𝗿𝗲𝗻𝗮 𝗰𝗮𝗹𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲

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Rosie

Desde que habíamos llegado a Longbeach todo era como estar en un sueño. 

Poco antes de llegar, pasamos a una cafetería a comprar algo de comida para la noche, ya que Chase estaba seguro de que no habría nada de comida en la casa. Compramos unos cuantos sándwiches, tés helados, brownies y palomitas de maíz, porque claro, no podían faltar.

Al entrar a la calle donde su ubicaba la casa de los Davenport, contemplé el tipo de residencias que había en el lugar; era más que obvio que la de ellos era igual que el resto, una mansión.

-Llegamos- habló Chase al mismo tiempo que apagaba la ubicación GPS del auto.

- ¡Wow!- exclamé contemplando la casa, más bien, mansión de los Davenport a través de la ventana del auto.

- ¿Qué sucede? - preguntó mi novio atrayendo mi atención.

-Tu casa, es... impresionante- respondí volteando a verlo y devolviendo mi mirada a ésta.

-Me alegra que te guste, por que estaremos aquí hasta el jueves- dijo saliendo del auto para después dirigirse a mi lado para poder abrir la puerta.

- ¿Jueves? - pregunté saliendo del auto y Chase cerró la puerta- Creí que estaríamos aquí hasta mañana.

- ¿Y no quieres que sea hasta el jueves? - preguntó elevando una ceja y acercándose lentamente a mí, sentí un pequeño escalofrío y la sensación me encantó, asentí con la cabeza- Perfecto- respondió y depositó un dulce beso en mi frente.

Minutos después de haber bajado del auto nuestras dos pequeñas maletas, entramos a la casa y yo seguía admirando la misma, en verdad estaba maravillada.

Al entrar, podía contemplarse un patio enorme en el cuál se ubicaba un pequeño camino de piedras que dirigía hacia la entrada de la mansión, la cual era de color blanco y con grandes puertas corredizas que simulaban algunas paredes, tanto de la planta baja como las de la primera y segunda planta. 

Del lado izquierdo se ubicaba la sala, que más bien, daba el aspecto de una sala de cine, ya que había unos sillones enormes y un poco arriba de ellos, pegado a la pared, un proyector que apuntaba a la gigantesca pared blanca que había frente a los sillones. Del lado derecho de la sala se encontraba el comedor que era para doce personas, frente a éste estaba la cocina, la cuál era enorme y en el patio trasero se encontraba una piscina que media lo largo de la casa, y podía asegurar que al menos la mitad de ancho de esta. Estaba atónita.

- ¿Te gusta? - preguntó Chase dejando las maletas en la mesa del comedor y yo me acerqué a la puerta corrediza que daba hacía la piscina- ¿Rosie?

- ¿Qué es eso, Chase? - pregunté sin despejar mi vista del patio.

- ¿Qué cosa, preciosa? - preguntó al mismo tiempo que se colocaba a un lado mío.

-Eso de ahí- señalé hacia el patio y Chase, por más que se esforzaba, no lograba ver lo mismo que yo.

-No veo nada, Rosie...

-Mira, ven... - abrí la puerta y ambos salimos hacia el patio, quedando a unos cuantos centímetros al borde de la piscina- Eso de ahí- señalé nuevamente.

-Preciosa, te juro que no veo nada- entrecerró más los ojos viendo hacia la dirección que le había indicado para después voltear a verme confundido.

-Tienes razón, no hay nada... - sonreí traviesamente y con ambas manos aventé a Chase a la piscina. Salió rápidamente a la superficie, pero me asusté un poco al ver su expresión, al parecer se había lastimado- Chase, ¿Estás bien? - pregunté preocupada.

𝗦𝗘𝗥 𝗖𝗢𝗠𝗢 𝗧𝗨 | 𝗖𝗵𝗮𝘀𝗲 𝗗𝗮𝘃𝗲𝗻𝗽𝗼𝗿𝘁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora