Calabozos Y Hechiceros

Megumi despierta (otra vez)

Un escozor retuerce el estómago de Megumi, un dolor cómodo que permite mantenerse a pesar del peso que amenaza con hundir sus pies. Sus manos se entumecen cuando intenta quitarse este ardor intenso, Megumi continua rasgando y empujando sus dedos, pero la fría sensación de la nada lo detiene. El frío comienza a envolverlo lentamente, debajo de aquel puente, su mente alcanza a divagar solo una palabra antes de toda noción abandone su cuerpo.

"Tsumiki..."

Y Fushiguro Megumi despierta.

Un dejavu lo acompaña al abrir sus ojos. Para su sorpresa, una sensación de suavidad y calidez abraza su cuerpo. Demasiado suave para esa cama horriblemente desgastada, aunque su espalda vapuleada se lo agradece. Su mirada se enfoca lentamente, la piedra desnuda y rugosa no cubre las paredes de la habitación, un rayo de luz dorado atraviesa el renovado cuarto de dónde se encuentra.

Megumi despertó en un lugar desconocido y sinceramente no le preocupa demasiado luego de todas sus experiencias.

Sus brazos dormidos se arrastran por debajo de las sábanas. El tacto de su uniforme desgarrado está allí, pero hay algo que lo alerta más que no saber dónde se encuentra.

Megumi casi salta de la cama, tirando hacia el otro lado las mantas que lo cubrían. Su cabeza da vueltas, pero esta lo suficientemente centrado para saber que tiene todas sus extremidades y su uniforme (aunque básicamente rasgado desde su pecho hasta su abdomen).

¡No están! Palpando desesperadamente su estómago desnudo y bolsillos, Megumi se detiene. Una gota de sudor cae desde su mejilla al levantar sus ojos y volver a revisar la habitación.

Una silla se encuentra cuidadosamente colocada frente a la cama. Desde el respaldar, dos brazos caían despreocupadamente "Hola, Fushiguro-chan ¿Tuviste una pesadilla?" Una sonrisa maquiavélica fluía desde su rostro inclinado de manera infantil. Sus ojos afiliados lo observaban con gracia su desesperación.

Además de esa sonrisa que quisiera borrar, hay algo más que le recuerda a Gojō-sensei, un sentimiento de poder abrumador que hace erizar su piel.

Megumi quiere saltar de la cama, pero sus instintos solo alcanzan a formar dos puños cerrados frente a la Diosa Loki. La energía maldita estalla bajo su piel, un control impropio de él.

Los párpados de la Diosa muestran sus pequeñas pupilas finalmente. La boca de Megumi se abre antes de tomar un gran suspiro y congelarse.

El frío gélido del metal acaricia su garganta, sus ojos cambian de dirección a su lado. Tragando saliva, una pequeña persona yace a su lado, muy pequeña.

Una mirada triunfal va hacia la Diosa "Te lo dije" Megumi conoce a esta persona, a este pequeño niño, que irónicamente no lo es. Peligroso, El capitán de la Familia Loki, maldición de semi-primer grado o quizás primer grado (Megumi comenzó a clasificar aventureros cómo si fueran Maldiciones, para matar el tiempo y su cabeza).

"Está bien, solo está un poco desorientado" La Diosa niega despreocupadamente.

Megumi deja caer sus puños, posteriormente, el filo de la lanza es retirado de su cuello y puesto a un lado del Hobbit, asegurandose de que lo viera bien.

Calmando su respiración, pregunta: "¿Donde estoy?" La voz de Megumi parece más irritada que pérdida.

"Te trajimos a la ciudad de Orario, estás en nuestra acogedora mansión como verás" Loki alza sus brazos, mostrando la enorme habitación.

Las palpitaciones de Megumi resuenan otra vez. Esos tipos, los dedos, Itadori, siguen allí abajo "No puedo estar aquí" Megumi quiere salir de la cama e irse de allí, de ese lugar, de ese mundo. Él necesita regresar a ese calabozo si quiere volver a casa.