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Nunca supo explicar bien su sentimiento, si era amor, obsesión u apego

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Nunca supo explicar bien su sentimiento, si era amor, obsesión u apego. No lo sabía, pero se sentía tal cual los libros que había leído. Un cuento de hadas, un cuento poco cliché donde la doncella termina enamorada de quien menos debe.

En una ocasión leyó que el amor era como una abeja, que el amor era capaz de perecer solo para herirte.

Ese hombre había sido su abeja, la abeja que incrustó su aguijón en lo más profundo de su corazón, dejando que el dolor se mantenga constante, punzante y permanente para luego morir y nunca volver a él.

Y a pesar del dolor, el pequeño aprendiz a veces recordaba momentos con su amado vástago, temía cada vez que el sentimiento extraño parecía tiritar y querer irse. Como si quisiera que esté allí, que no se vaya, como si muy dentro suyo aún quedaba un lugar en su corazón el cual el aguijón no había herido.

A veces desearía eliminar el sentimiento junto a ese dolor, pero también temía porque se vaya y no amarlo nunca jamás. Se negaba a pensar que ese amor por el que tanto luchó y entregó lo imposible se dispersaría tan pronto.

Sí, era pronto ese tiempo cuando notas que tu vida es eterna.

Se volvió tan confuso como su sentimiento hacia el rey.

El rey era un hombre curiosamente temperamental, por ello a veces le temía, a veces quería acercarse pero el hombre al notarlo se alteraba y se adelantaba, tocándolo él y asustándolo un poco con su repentino acercamiento.

Esa impresión tuvo al principio, pero más tarde el rey se transformó en otra cosa a sus ojos y no sabía qué exactamente. El aprendiz una noche intentaba dormir y sintió las manos del rey moverse sobre su cuerpo, con pereza. Acariciando sus muslos, su cintura, su abdomen, la piel del aprendiz se erizó y cuando el hombre dió un apretón en su muslo no pudo evitar soltar un jadeo, después de todo era lo suficientemente sensible allí. Entre sus manos las sabanas estrujadas con mucha fuerza.

Se sintió algo culpable, como si se estuviera aprovechando mientras el rey dormía aún cuando las manos se movieron por voluntad propia. Sentía que estaba actuando mal ante un toque inconsciente.

Por alguna razón las humanas manos sobre su piel ocasionó que su mente compare ese sentimiento con las manos inhumanas del hombre que muchas noches no lo dejaba descansar. Esas manos no eran como las del vástago, las manos del rey eran un poco duras, cálidas y reconfortantes. A diferencia del vástago, frías, suaves y humectadas, dedos finos y un toque menos posesivo.

El rey y Min eran diferentes, y por lo que sabe rivales. Min nunca le habló de Soobin, pero Soobin sí de Min, sin tantos detalles.

Min era un hombre tranquilo, casi susurraba al hablar y siempre reconfortaba a Yeonjun con sus palabras.

— Nunca te atrevas a volver a dejarme así, he estado toda-...

El vástago lo había interrumpido con un beso en los labios.

𝐘𝐎𝐔𝐍𝐆𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 • 「soojun」Where stories live. Discover now