III

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PERCY


Las cazadoras montaron el campamento en unos minutos. Siete grandes tiendas, todas de seda plateada, dispuestas en una medialuna alrededor de la hoguera. Una de las chicas sopló un silbato plateado. De inmediato, del bosque surgieron unos lobos blancos que empezaron a rondar en círculo alrededor del campamento, como un equipo de perros guardianes. Las cazadoras se movían entre ellos y les daban golosinas sin ningún miedo, pero yo decidí no alejarme de las tiendas. Había halcones observándonos desde los árboles con los ojos centelleantes por el resplandor de la hoguera, y yo tenía la sensación de que también ellos estaban de guardia. Incluso el tiempo parecía doblegarse a la voluntad de la diosa. El aire seguía frío, pero el viento se había calmado y ya no nevaba, con lo que resultaba casi agradable permanecer junto al fuego.

Casi... salvo por el dolor del hombro y la culpa que me abrumaba. Annabeth había desaparecido y t/n estaba inconsciente por culpa del veneno. Y por muy enfadado que estuviera con Thalia, tenía la sensación de que era cierto lo que me había dicho. Había sido por mi culpa.

Miré a Thalia, que se paseaba inquieta entre los lobos, en apariencia sin ningún temor. De pronto se detuvo y se volvió hacia Westover Hall, que ahora, sumido en una completa oscuridad, asomaba sobre la ladera que quedaba más allá del bosque. Me pregunté qué estaría pensando.

Siete años atrás, su padre la había convertido en un pino para impedir que muriese mientras hacía frente a un ejército de monstruos en lo alto de la Colina Mestiza. Ella se había sacrificado para que sus amigos Luke y Annabeth pudieran escapar. Ahora sólo habían pasado unos meses desde que había recuperado su forma humana, y de vez en cuando se quedaba tan inmóvil que habrías jurado que seguía siendo un árbol.

Al cabo de un rato, Grover y Nico regresaron de su paseo. Una de las cazadoras me trajo mi mochila y Grover me ayudó a curarme el hombro.

"¡Lo tienes verde!" comentó Nico, entusiasmado.

"No te muevas." me ordenó Grover "Toma, come un poco de ambrosía mientras te limpio la herida."

Empezó a curarme y yo hice una mueca de dolor, aunque la ambrosía ayudaba un montón. Sabía a brownie casero; se te deshacía en la boca y te infundía una cálida sensación por todo el cuerpo. Entre eso y el bálsamo mágico que usaba Grover, me sentí mucho mejor en un par de minutos.

Nico se puso a hurgar en su propia mochila, que por lo visto las cazadoras habían llenado con todas sus cosas (aunque yo no tenía ni idea de cómo se habrían colado sin ser vistas en Westover Hall). Sacó un montón de figuritas y las dejó sobre la nieve. Eran réplicas en miniatura de los dioses y los héroes griegos, entre ellos Zeus con un rayo en la mano, Ares con su lanza, y Apolo con el carro del sol.

"Buena colección." le dije.

Nico sonrió de oreja a oreja.

"Casi los tengo todos, además de sus cartas holográficos. Sólo me faltan unos cuantos muy raros."

"¿Llevas mucho tiempo jugando a este juego?"

"Sólo este año. Antes..." Frunció el ceño.

"¿Qué?" le pregunté.

"Lo he olvidado. Es extraño." Parecía incómodo, pero no le duró mucho "Oye, ¿me enseñas esa espada que has usado antes?"

Saqué a Contracorriente y le expliqué cómo pasaba de ser un bolígrafo a una espada cuando le quitabas la tapa.

"¡Genial! ¿Nunca se le acaba la tinta?"

Me reí por lo bajo. Su entusiasmo por las cosas me hacía acordar a t/n. Cuando despertara se iban a llevar muy bien.

ᴘᴇʀᴄʏ ᴊᴀᴄᴋsᴏɴ: ᴍᴀʟᴅɪᴄɪᴏ́ɴWhere stories live. Discover now