VIII

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PERCY


Lo siento mucho, Percy.

Te vamos a extrañar en la misión.

                                                                t/n.


Eran exactamente las cinco y media cuando escuche a alguien entrar a mi cabaña e irse rápidamente. 

Por un momento pensé que era algún campista ladrón, también se me ocurrió que podría haber sido alguno de los hermanos Stoll poniéndome alguna trapa en la habitación para gastarme una broma. Pero al encontrar la gorra de Annabeth con una nota en mi escritorio supe de quién se trataba.

Lo único que todavía no llegaba a entender era porque t/n se estaba disculpando. Ni si quiera era su culpa que yo no haya podido ir a la misión. Sino que es culpa de Zöe por su asco a los chicos, de Quirón porque prefería que no trabajara con Thalia y mía por no hacer las cuentas antes y darme cuenta de que los tres lugares para ir a la misión se agotarían en un abrir y cerrar de ojos.

Pero yo conocía a t/n y sabía que ella siempre estaba decidida a tomar la culpa aunque ella ni siquiera sea parte del problema. 

Igualmente no pude evitar alegrarme al ver cuanto se preocupaba por mi.

De repente oí unos golpes.

Sobresaltado miré alrededor. Fuera aún estaba oscuro. La fuente de agua salada continuaba gorgoteando. No se oía nada más, salvo el chillido de una lechuza en el bosque y el murmullo apagado de las olas en la playa. Me volví hacia la nota y la gorra pensando que no había sido nada y que solo estaba cansado. Y entonces volvió a sonar: ¡Pom! ¡Pom!

Alguien (o algo) golpeaba la puerta.

Tomé a Contracorriente.

"¿Sí?" dije.

¡Pom! ¡Pom!

Me acerqué sigilosamente a la puerta, destapé el bolígrafo, abrí de golpe y... me encontré cara a cara con un pegaso negro.

«¡Cuidado, jefe!» Su voz resonó en mi mente mientras sus pesuñas retrocedían ante el brillo de mi espada. «¡No quiero convertirme en un pincho de carne!»

Extendió alarmado sus alas negras y la ráfaga de aire me echó hacia atrás.

"¡Blackjack!" exclamé con alivio, aunque algo enfadado "¡Estamos en plena noche!"

Blackjack resopló.

«De eso nada, jefe. Son las cinco. ¿Para qué sigue durmiendo todavía?»

"¿Cuántas veces tengo que decírtelo? No me llames jefe."

«Como quiera, jefe. Usted manda. Usted es la autoridad suprema.»

Me restregué los ojos y procuré que el pegaso no me leyera el pensamiento. Ese es el problema de ser hijo de Poseidón: como él creó a los caballos con la espuma del mar, yo entiendo a casi todas las criaturas ecuestres, pero ellas también me entienden a mí. Y a veces, como en el caso de Blackjack, tienen tendencia a adoptarme.

Blackjack había estado cautivo en el barco de Luke hasta el verano pasado, cuando organizamos un pequeño alboroto que le permitió escapar. Yo tuve poco que ver en el asunto, la verdad, pero él me atribuyó todo el mérito de su liberación.

ᴘᴇʀᴄʏ ᴊᴀᴄᴋsᴏɴ: ᴍᴀʟᴅɪᴄɪᴏ́ɴWhere stories live. Discover now